Para cinéfilos empedernidos y publicos que busca historias bien contadas
La razones por la cuales una película se convierte en una obra de culto, con miles y miles de seguidores que la celebran, la comentan y suman adeptos, no tiene una explicación lógica y mucho menos cinematográfica. Un minúsculo grupo de espectadores, por lo general atento y sensible, las ve y las adopta como propias, pese a la supuesta influencia de los críticos que en su momento las han defenestrado (con razón, por cierto).
El caso emblemático es la filmografía completa de Ed Word, con “Plan 9 del espacio sideral” (1959) a la cabeza. Sobre este director, Tim Burton plasmó una de sus obras maestras, la cual justamente abordaba, desde un lugar casi de admiración, la historia de ese hombre absolutamente convencido de la maestría de sus proyectos. Un estado de saludable inconciencia atravesaba sus proyectos al punto de vivir intensamente dentro de un micro-universo alimentado fundamentalmente por un incondicional amor hacia el séptimo arte. Esa tesitura para hacer, hablar y vivir el cine por parte del creador de “El gran pez” (2003), es la misma que usa James Franco en “The disaster artist: obra maestra”, uno de los grandes estrenos del año y con camino allanado para, al menos, un par de nominaciones al Oscar 2018.
Hasta 2003 (tal vez un par de años más) “Plan 9…” era considerada la peor película de la historia. Nadie hubiese apostado por un lanzamiento peor. Pero en 2003 se estrenó “La habitación”, escrita, producida, protagonizada y dirigida por Tommy Wiseau, un buscavida que anhelaba con hacer una película y meterse en el mundillo de Hollywood. Se estrenó a mitad de ese año y fue un fracaso total por atribuirse el raro récord de haber hecho todo mal en todos los rubros posibles. Fue una de las pocas veces que algunos cines colgaban un cartel que rezaba “No se devuelve el precio de la entrada” en la segunda semana de exhibición. Algunas frases de la crítica aseguraban: “…verla es como ser apuñalado en la cabeza…” o “…más que un seductor, Tommy Wiseau parece un cantante de Heavy Metal vomitando palabras…” y así por el estilo.
Sobre todo lo ocurrido antes, durante y después del rodaje y estreno de “La habitación” trata “The disaster artist: obra maestra”, pero desde una visión completamente afín al hecho de poder soñar, a la fidelidad de las convicciones y, por supuesto entendiendo, por carácter disociado, que la determinación es la clave de toda empresa. Por loca que esta se vea desde su concepción. Tanto es así, que vale la pena buscar en Youtube la película para verla antes de dirigirse al cine porque, ante todo, este estreno es una especie de veneración a todo lo expuesto antes. Una gran propuesta de James Franco que, como Tommy Wiseau, también produce, co-escribe, protagoniza y dirige. No podía hacerse de otra manera.
Son varios los atributos de la obra, empezando por la inteligencia de encontrar el camino para no caer en la burla, en la actitud despectiva hacia el personaje, pero tampoco en una obsecuencia condescendiente o panfletaria de quién, involuntariamente, triunfó con una pésima película pese a ser de culto. Hay en el guión una crítica soslayada al sistema que pergeña un modelo de éxito relativo perseguido por muchos persiguen y que definitivamente pocos logran. El trabajo del elenco completo es sencillamente contracultural pues han de lograr un registro enfocado a lo paródico en tanto “actuar mal” para espejar el gen mismo de “La habitación” y sus posteriores falencias. Como actor, James Franco ha logrado algo parecido a lo que Adam Driver hizo en “Paterson”(Jim Jamusch, 2017), es decir captar la singularidad del ser humano y transitarla en su máximo exponente.
Un estreno para cinéfilos empedernidos es cierto, pero también para los que simplemente se sientan en la butaca a ver una historia bien contada.