Una película pasional sobre la pasión
James Franco ha apostado en buena medida por la excentricidad en su prolífica carrera como director, actor, productor, guionista, escritor y participante de muchas películas en cameos inesperados. Ha hecho mucha comedia como intérprete, pero no sólo eso: Franco es omnívoro, sobre todo como realizador. Por todo eso no sorprende que haya puesto los ojos y el corazón en la historia de Tommy Wiseau, un excéntrico digno de algún récord y un artista (al menos en su autoconcepción), sostenido más por su deseo y espalda monetaria gigante que por otra cosa.
Wiseau conoce a un joven aspirante a actor y se hacen amigos. Y se embarcan en una película llamada The Room, un delirante e inenarrable proyecto fílmico con destino de Titanic. Las historias de empeño artístico por encima de las capacidades habían tenido un pico con Ed Wood de Tim Burton, tal vez su mejor película. Con The Disaster Artist, Franco hace la mejor de las suyas hasta la fecha, y no solamente por ponerse en la piel de Wiseau e imitar los movimientos de cada plano de The Room sin perder jamás empatía ni prestancia.
Franco hace una película pasional sobre la pasión, por eso incluso incurre en algún exceso de énfasis, como ese comienzo con las "citas de autoridad". Sin embargo, ese y algún otro defecto se diluyen ante una apuesta que apela otra vez, y con mucho humor -del incómodo muchas veces, el que llega incluso a la tristeza- a los cimientos míticos de los sueños puestos en Hollywood: convertirse en estrella, en director, permanecer en la memoria colectiva. Y por caminos que pueden probarse extraños, que pueden ser -a pesar de las intenciones de quienes los emprenden- impredecibles, hasta contrarios a los soñados.
El actor y director cuenta esto y más -celos, amores, asuntos no resueltos- sin enfatizar el ridículo: se planta firme ante la exageración y no se carga de música para reforzar lo que es ya de un trazo ya fuerte por necesidad de ser fiel a una historia real. Una historia real que ha recomenzado con The Disaster Artist, que ha replicado a su manera la de la película dentro de la película The Room. La película de James Franco era un objeto extraño que llegó a la competencia de San Sebastián de forma oblicua, encerrada entre algunos grandes nombres de autores consagrados, y terminó ganando frontalmente. Ahora será protagonista de la temporada de premios y se anuncia el reestreno de The Room. Si Hollywood sigue vivo no es solo por los súperhéroes: también es por la fuerza de artistas que saben contar desastres de formas desastrosas, y también eficientes, y porque todavía saben reírse de sí mismos.