Hace varios años, un tal Tommy Waseau gastó seis millones de dólares (que nadie sabe de dónde sacó) en triunfar en Hollywood produciendo, dirigiendo y actuando una película con sus amigos llamada The Room. Hoy es considerada la peor de las peores películas jamás hecha. James Franco tomó la historia y produjo, dirigió y actuó con sus amigos esta película que se llevó premios (ganó San Sebastián, de hecho) en todas partes y es una de las favoritas al Oscar narrando la historia de Waseau y reproduciendo partes de The Room casi plano a plano. Pero como Ed Wood, otro film con idea similar (pero bastante diferente), no se trata de una burla al discapacitado fílmico sino una comedia dramática sobre sueños, amistades, lealtades y el puro juego que implica hacer cine incluso si uno no tiene el más mínimo talento para ello. Franco captura lo que todo este asunto tiene de humano y, aún cuando el humor y el ridículo no faltan, trata de entender -y, sobre todo, de comunicar- la necesidad de ese “artista del desastre” por hacer lo que deseaba. Todos los actores están muy bien, incluso en breves apariciones. Todos son comediantes, que es la mayor de las formas de la actuación (porque el comediante toma distancia, porque puede ver lo empático en lo absurdo) y aquí se lucen sin problemas. Una buena película sobre una mala película que, de paso, uno siente deseos de ver. En una temporada bastante pobre, algo refrescante.