James Franco y una hilarante comedia sobre la peor película de la historia.
Andar cansino, mirada melancólica… triste, un tono de voz muy particular (como su modo de vestir), y ni hablar sobre su forma de ver el mundo; así es Tommy Wiseau, el personaje que decide retratar James Franco afrontado un doble desafío delante y tras de cámaras. No solo dirige esta película basada en hechos reales, sino que también asume el rol protagónico.
Wiseau es una persona distinta, extravagante; nadie sabe de sus orígenes, ni conoce a su familia y de donde proviene su cuantiosa fortuna. Lo cierto es que su sueño, por encima de todas las cosas, es ser un gran actor, y en una clase de teatro conocerá a un joven Greg (Dave Franco), otro aspirante a la fama que queda deslumbrado por su personalidad.
Ambos, en muy poco tiempo entablarán una relación de amistad atravesada por una causa común: triunfar en la meca de Hollywood. Tommy es mayor, posee dinero, determinación (y está muy solo); y Greg, algo tímido y conservador, quiere salir de su pequeño y limitante mundo. La dupla se mudará a Los Ángeles a probar suerte, una suerte que nunca llegará.
Hastiados de los “nos” y los rechazos, casi tocando fondo, a Tommy se le ocurrirá filmar su propia película, por supuesto protagonizada por el dúo para demostrar su talento. Tras escribir el guion, Wiseau comenzará con la odisea de rodar y dirigir The Room, sin poseer ningún tipo de conocimiento cinematográfico formal y técnico. Además de las bizarras actuaciones, el set se transformará en un delirante espacio comandado por el singular director.
Franco, sin faltarle el respeto a Tommy Wiseau (por el contrario parece estar fascinado con este), confecciona una comedia muy eficaz. Las situaciones son desopilantes y fluyen con total naturalidad, ya que se desencadenan del propio comportamiento excéntrico y caprichoso del personaje. También nos muestra el proceso creativo de un hombre sin talento, pero con plena convicción, que de tanto anhelar éxito y reconocimiento, lo alcanza.
Cromas mal iluminados, gritos, sobreactuaciones y la dictadura de un loco megalómano…de tan absurda The room provocó risas e inmediatamente se transformó en una cinta de culto, forjándole todo un camino a Wiseau. The Disaster Artist, también habla de soledad, de la necesidad de pertenecer, y se mofa de ese ideal del american dream exitista, homenajeando y reivindicando con cariño a su protagonista.