En Córdoba volvieron los cines y uno de los estrenos con el que decidieron empezar esta nueva y difícil etapa es The Empty Man: El mensajero del último día, una película de terror estimulante, que engancha en todo momento gracias a su ambiciosa (y lograda) mezcla de distintos subgéneros del terror y su capacidad para manejar el suspenso hasta el final.
Escrita, editada y dirigida por el debutante David Prior, la película es una grata sorpresa por varias razones. En principio, tiene dos horas y cuarto de duración, algo que puede resultar un toque excesivo si se tiene en cuenta que se trata de una ópera prima de terror sobrenatural, con leyenda urbana y sectas suicidas incluidas, y con actores y actrices no tan conocidos.
Sin embrago, la duración no se siente debido a su capacidad para ir mutando sutilmente, saltando de subgénero en subgénero sin que eso resulte un mamarracho narrativo. El protagonista es James Lasombra (James Badge Dale), un expolicía que busca a una joven desaparecida misteriosamente, y que a medida que avanza en la investigación empieza descubrir cosas cada vez más espeluznantes, que lo conducen a una secta que venera a un tal The Empty Man, una especie de entidad mística monstruosa a quien nadie conoce porque, en realidad, no es nadie ni nada, lo cual deja asentada la base filosófica de la secta (y de la película).
Se podría escribir mucho sobre Empty Man, pero no es posible explayarse acá. Lo que sí se puede decir es que, como toda buena película de terror, se presta para hacer una lectura político-filosófica y otra estrictamente cinematográfica. De la político-filosófica se puede decir que es una película que, de manera escondida o involuntaria, habla del vacío existencial que empezaron a vivir los jóvenes los últimos 25 años, como consecuencia de la avanzada etapa del capitalismo actual, cuyos rasgos más significativos son la falta de aspiraciones, la imposibilidad de los proyectos a largo plazo y el sinsentido que empezó a tener la vida misma.
Los valores que se inculcaron desde hace al menos dos siglos, junto con la racionalidad, la ciencia y la tecnología, sucumbieron debido a que no lograron que el mundo sea mejor. De ahí que la secta de The Empty Man esté integrada por jóvenes. Tampoco es casual que la película empiece en 1995, año del origen del mal. Es decir, mediados de la década de 1990, cuando internet se empieza a instalar en los hogares y a producir una dependencia adictivo-depresiva en las nuevas generaciones.
En cuanto a lo cinematográfico se puede decir que Empty Man es un policial hecho y derecho, policial de terror que gira alrededor de una leyenda urbana que tiene a una secta como motor de la trama.
Lasombra es el característico policía/detective que busca a alguien y que termina encontrándose a sí mismo. Desde Edipo Rey que la estructura del policial siempre fue la misma, algo que Empty Man respeta y honra con su enorme capacidad de pasar de un prologo diabólico y magnético a un policial terrorífico. Sin olvidar jamás el carácter del cine como entretenimiento, como espectáculo para todo público.