Buenos muchachos
Basta decirlo desde el principio: lo que sostiene casi todo el filme es la actuación de Michael Shannon, por supuesto que muy bien secundado por los demás integrantes del elenco.
Pero si fuera esto sólo la producción se caería al poco tiempo de iniciado. Si bien no es del orden de la maestría, la forma de presentar el relato, la construcción de los cuadros, las acciones de los personajes, la sordidez toda, logra mostrar una violencia inusitada que no cae nunca en el glamour excitante, y esto se agradece.
Basada en una historia real, la verdadera vida de Richard Kuklinski (Michael Shannon), un famoso asesino a sueldo al mismo tiempo que hombre de familia. La diferencia con “Buenos Muchachos” es que en éste caso la familia del protagonista arma otra trama, queda fuera, nada sabe del actuar y del doble rostro del asesino,
La historia se inicia con un primer plano del sicario diciendo que no se arrepiente de nada, con la excepción de haber lastimado a sus seres queridos: su mujer Deborah (Wynona Ryder) y sus hijas Annabel y Betsy. La narración comienza con sus primeros días de vida en pareja, que trabajaba en una productora de cine porno, hasta sus últimos días, cuando termina siendo el responsable y autor de la muerte de más de 100 personas (un dato curioso al margen, por problemas de subtitulado aparece indicado 250 personas cuando se escucha y se entiende el “one hundred”).
Aunque en apariencia parecía estar viviendo el sueño americano como esposo y padre ejemplar, Kuklinski en realidad fue un despiadado asesino a sueldo. Su vida presenta un giro. Hasta ese momento se lo podía ver como un hombre de pocas palabras, casi incapaz de mostrar algún sentimiento, de actuar correcto, haciendo lo que le dicen que debe hacer, sin parámetros morales ni éticos. El quiebre se produce cuando su jefe, el dueño de la productora, el mafioso Roy Demeo (Ray LIotta) decide dejar sin trabajo a Richard Éste ni pestañea, lo amenaza con un arma pues sabe de sus turbios negocios, y lo hace como si le estuviese hablando del clima. La expresión que acuña Roy es “éste tipo es de hielo”, y decide contratarlo como asesino. Lo pone a prueba y estamos frente a una de las escenas más escalofriantes y perversas del film, casi equiparable a la escena de la estación de servicios de “No es país para viejos” (2007) de los Hermanos Coen jugada por el personaje de Anton Chigurth (Javier Bardem), repito, casi comparable, ya que de ahí se desprende el resto de la construcción del personaje, que no es un psicópata, ni se le puede dar categoría de enfermo, es otra cosa, es la falta de moral y de barreras sociales hecha persona, y en esto reside el pánico impuesto por el texto no en las imágenes de desmembramientos de seres humanos, que sí las hay.
Es una realización que en su esencia, y desde lo formal, cumple, aunque posiblemente no sea del agrado de todo tipo de público, por ejemplo románticos abstenerse. El director conjuga los elementos del lenguaje, la dirección de arte, la fotografía, el sonido, con mucha capacidad, sobre todo técnica, al servicio de un relato que aparece como distante, calculado, despojado de ornamentos superfluos que permitan un momento de calma en el publico, en el queda reflejada la decadencia de una sociedad enferma, al mismo tiempo es utilizado para el lucimiento de los personajes principales.