La fábula sin abandonar el costumbrismo
Tal vez la razón de peso por la cual The Lady in the Van (así, en inglés, sin traducción literal o libre) se estrena en nuestro país, distribuida directamente por la cadena de cines Village, sea la presencia de Maggie Smith, esa eminencia del cine británico descubierta por una nueva generación de seriéfilos gracias a la exitosa Downtown Abbey. Por lo demás, el film de Nicholas Hytner parece el run for cover de un realizador que, inactivo durante muchos años, supo disfrutar de las mieles del prestigio durante los años 90, con títulos como La locura del rey Jorge y Las brujas de Salem. Diseñado como un dueto entre la veterana Smith y Alex Jennings, el film narra la impensada relación, extendida durante más de quince años, que se establece entre una linyera de alcurnia y un dramaturgo ligeramente bohemio, aparentemente basada en hechos reales. Comenzando con los últimos coletazos del swinging London y finalizando en pleno thatcherismo, la historia recorre los encuentros y desencuentros de la “señora de la camioneta” y Alan Bennett, personaje de ficción de idéntica gracia al guionista de la película. Y no casualmente: la película se basa en sus propias memorias, las del famoso escritor inglés también llamado Alan Bennett.
En realidad, los Bennett del film son dos: el relato divide al protagonista masculino en dos mitades, suerte de Jekyll y Hyde sin fracciones buenas ni malas, aunque alguno de ellos no se canse de repetir que uno vive y el otro simplemente escribe. La señora también podría ser dos personas en una: a pesar de que todos en el barrio la llaman Mary, otros saben que su nombre real es Margaret. Y que en sus recuerdos no confesados hay historias de claustros, obsesiones musicales y una educación que incluyó el idioma francés. Mujer de la calle a la vieja usanza, vive en una van atiborrada de cajas, papeles y bolsas y en su pasado recóndito se adivina un hecho (o varios) que la llevaron a esa clase de vida, no tanto víctima de circunstancias económicas como partidaria de un estilo de vida a mitad de camino entre la excentricidad y la locura (religiosa y de otros tipos).
El de Mary o Margaret Shepherd es un papel ciertamente atípico para la Smith, acostumbrada a una clase de roles más distinguidos que muchos, incluso, ven como la quintaesencia de lo british en versión femenina. Y la razón más valedera para acercarse a una película que recorre caminos previsibles con cierta gracia monótona. A partir del momento en el que la mujer se instala en la entrada del hogar de Bennett, la particular relación entre ambos desplaza cualquier clase de comentario social para cederle el trono a la comedia amable con tonos dramáticos. De hecho, no resulta difícil imaginar un spin off en forma de sitcom, cada semana una nueva entrega con variaciones sobre un mismo leitmotiv. Los chistes escatológicos podrán sorprender a más de un espectador, pero están a tono con una historia que pretende encaramarse en el terreno de la fábula sin abandonar el costumbrismo. Aunque, cerca del final, las lágrimas pretendan usurpar una parte del espacio. No hay sorpresas en The Lady in the Van, pero tampoco tropezones mayúsculos, y es en la benevolencia dispensada a propios y ajenos donde descansa en gran medida su corazón de parábola afectuosa y bien intencionada.