Si bien la película de Paul Thomas Anderson, resulta larga, tediosa y difícil de seguir, nadie puede negar los enormes hallazgos actorales que posee. Los dos protagonistas realizan un verdadero “tour de forcé” al servicio de uno de los argumentos más retorcidos y crípticos del cine independiente americano.
Anderson necesita dos horas y media para exponer su crítica a los cultos o sectas pseudomodernas, en donde adivinamos una más que explicita mención a la Cineciologia. Y lo hace de manera hermética, sin dar muchas explicaciones sobre el porqué de las cosas ni el pasado de cada uno de los intérpretes. Es una pieza recomendable solo para cinéfilos en búsqueda de un cine de autor de elite o festivalero.