Un film cerca del teatro y la sobreactuación
Directora poco prolífica, Sally Potter sedujo -embaucó- a parte del mundo del cine con Orlando a principios de los noventa del siglo pasado y un lustro después perpetró en Argentina La lección de tango y la presentó y la bailó en la apertura del Festival de Mar del Plata.
En los 20 años posteriores hizo cinco películas más, y la más reciente es The Party, presentada en Berlín en 2017.
The Party nos aplasta como esas obras de teatro de los setenta adaptadas al cine para llenar el celuloide de monsergas y derrotas y miserias, pero aquí no hay teatro previo, está todo volcado directamente en la pantalla, que rebalsa de sobreactuaciones, de módicos cambios de escena, de siete personajes en busca de un motor que vaya más allá de ¡qué mal hicimos las cosas! (el parentesco con Las invasiones bárbaras es visible).
Esta reunión de gente lejos de la pobreza se produce porque Janet (Kristin Scott Thomas, la menos sobreactuada de la película) tiene un nuevo cargo político.
Ahí está su marido en modo catatónico (Timothy Spall, el más sobreactuado del universo) y llega más gente, actores conocidos en personajes que van con el aire de los tiempos, que no suele durar mucho: se habla de política británica con el referéndum del Brexit muy cercano, de feminismo, de embarazos... y hay acideces y crueldades varias no muy imaginativas. Resta decir que este es un film en blanco y negro, característica difícil de imitar en el teatro.