EL PODER EN DISPUTA
Ya desde la definición del blanco y negro, durante todo el film, podemos apreciar que esta fiesta destilaba un ambiente más solemne que otras. Y así es, porque por más que empiece con una celebración -por el nuevo cargo político que obtuvo Janet (Kristin Scott Thomas)- muy pronto todo tornará a tragedia. Entre las desdichas que se presentan el humor estará dado por el aporte intelectual, a través de las contradicciones de los protagonistas, entre la teoría que predican y su práctica.
El peso de la argumentación es muy importante. Se utilizan como recurso los diálogos acartonados. Vemos así amistades de toda la vida pero que priorizan una actitud diplomática. Hay una hipérbole de la imagen del intelectual. De esta manera, la palabra es puesta en disputa y cada uno de los discursos es una batalla por ganar. De ahí la actitud de estar en pose, sin que resulten forzadas las actuaciones.
Otro de los recursos es el de llenar todos los espacios del habla. No hay casi silencios, esto provoca una vorágine de acciones que se entrelazan y hacen muy dinámico el film, aun mostrando la pedantería de sus protagonistas. Esto, junto con el encuadre y la definición en blanco y negro, provoca también una sensación de sofoco en los espectadores.
Precisamente la sensación de ahogo o incomodidad funciona de la mano de la angustia que vive uno de los protagonistas, Bill (Timothy Spall). En él es posible ver la hipocresía de un intelectual que dedicó toda su vida a la teoría feminista, pero que sigue un patrón bastante patriarcal. No resulta casualidad que decida contar su condición de salud, situación terminal, justo en la cena que estaba destinada a tener como figura principal a su esposa. Tampoco es casual que un hombre con argumentaciones tan precisas y pensadas decida manifestar su pronóstico de salud de manera tan imprecisa, no sabemos bien qué tiene afectado: “todo”, dice él.
Así como una mujer es la que empieza a tener todos los halagos de la fiesta muy pronto, dada la noticia trágica de salud terminal, su esposo empieza a ser todo el foco de tensión. Esto podría no tener tanta importancia en otro tipo de películas, pero aquí es un hecho muy importante. El hombre que formó toda una cátedra feminista, no puede soltar el protagonismo en su casa. Y por si fuera poco, manifestar que decide terminar su vida con su amante, una alumna suya, muestra cómo el poder es una figura de gran peso en sus elecciones.
Dentro de estos dilemas aparece una pareja que se lleva toda la gloria. April (Patricia Clarkson) y Gottfried (Bruno Ganz) tiene muchísimo peso en el film. Ella ocupa un lugar casi de relatora de todo lo que va pasado, su excesivo aporte y descripción de cada uno de los momentos hace posible, no sólo la gracia, sino el conocer un poco más las historias de cada uno de los protagonistas. Por su lado, Gottfried, ocupa el lugar del místico de la fiesta, desde esa postura sus palabras y acciones toman peso por el absurdo. Juntos forman una pareja que genera simpatía por sus peleas y por discrepar en la forma de pensar.