Es una farsa tan divertida y narrada con tanta fiereza y desparpajo que parece la obra de un operaprimista.
Peor no, Sally Potter (68 años), la que sorprendió con Orlando (hace 26), con un personaje que pasaba de hombre a mujer, la directora londinense que hace veinte años vino a rodar La lección de tango con fotografía de Robby Müller realizó una película pequeña sólo en apariencia.
Corta (71 minutos), en blanco y negro y en un casi único escenario (la casa de la protagonista, de la que se muestra el living, la cocina, el patio y el baño), pero que está muy lejos de ser teatro filmado o tener una estructura dramática teatral.
La “fiesta” a la que hace alusión el título es en verdad una reunión que Janet (Kristin Scott-Thomas) brinda a un pequeño grupo de conocidos para celebrar su reciente nombramiento como Ministra de Salud del gobierno británico. Veamos.
Están su marido Bill (Timothy Spall), quien parece entre derrumbado e ido. No importa. Llega su gran amiga April (Patricia Clarkson), que destila ironía cada vez que abre la boca, acompañada por su pareja (Bruno Ganz), suerte de sanador new age. También hay una pareja de lesbianas (Emily Morter y Cherry Jones) y arriba Tom, siempre acalorado (Cillian Murphy).
Si todos tienen algo que ocultar, y habrá sorpresas para revelar que involucren a más de uno de los presentes, hay dos personajes de los que se intuye o habla, y que no están presentes (Janet recibe demasiados llamados en su celular; la esposa de Tom). Pero el momento en que se desencadene la trama será cuando Bill haga un anuncio totalmente inesperado.
La película, a través de la potencia que tienen los diálogos, es casi perfecta. La sátira, bien negra, desnuda debilidades. De la clase política, sí, pero también de la sociedad inglesa. Igual, The Party podría suceder en cualquier ciudad del mundo, en París, José Ignacio o Mendoza. No interesa tanto el entorno, sino cómo los personajes se miran, se hablan y se mienten.
Es una comedia con suspenso, y suspenso no tanto de thriller sino de interés. Piense cuánto hace que un filme no lo mantiene no sólo entretenido, sino casi en vilo.
Podrá pensarse en estructuras similares a Perfectos desconocidos, y en que The Party bien podría saltar a un escenario. Pero es cine desde cada encuadre, cada cambio de escena, desde la iluminación en blanco y negro y desde ese final que nos hace sacar el sombrero ante Sally Potter. Y también, ante sus geniales intérpretes.