The Party

Crítica de Victoria Leven - CineramaPlus+

Hace 25 años Sally Potter dirigió un filme de provocadora factura: Orlando (1993) con la aún desconocida Tila Swinton montando un relato de épocas sobre una estructura narrativa no convencional. A lo largo de estas dos décadas y media pasaron algunos filme de Potter por la pantalla : La lección de tango (1997) presentada en el Festival de Mar del Plata que reabría sus puertas por aquellos años, The man who cried (2000), Yes (2004), Rage (2009), Ginger y Rose (2012) y ahora aterrizamos en su última película de corta duración y picante desfachatez que podrían ser el filme de una joven cineasta en sus inicios jugando con una dinámica vertiginosa y mordaz para montar esta farsa de temática contemporánea: The Party.

Esta realizadora británica que hoy ya tiene 68 años encara un dispositivo narrativo seudo teatral “la comedia de encierro”, que no llega ser un género pero que estructura un relato de manera reconocible. Este modelo parte de encerrar con alguna excusa festiva a una serie de conocidos y hacer estallar una buena cantidad de secretos que desestabilicen aquella la aparente armonía inicial.

Este disparador es algo más que conocido, algo más que utilizado, algo más que gastado sin duda. Pero no es de una manera ingenua que Potter apela a este recurso, sino que lo usa como el esquema perfecto para lograr obtener un solo espacio y un tiempo casi real, y así poder centrarse en la sátira extrema sin otras necesidades narrativas. Puede volcar en los diálogos casi todo el efecto dramático (esto sí que es una clásica clave teatral) pero en todo esto sin duda lo más importante es reírse del modelo utilizado para ironizar sobre la idea de lo confesional y del mito de esa verdad que, revelada en un instante, cambia el curso de nuestras vidas.

Todo lo parodia y lo ridiculiza llevando al extremo aquello que toca: las actuaciones son extremas como una pantomima, la cámara se ubica en ángulos antinaturales, la luz densa y contrastada apela más a un drama serio cuando en todo el filme la comedia satírica trepa por las nubes.

Verborragia contradictoria a velocidad imparable, una serie de conflictos tan obvios, tan reconocibles y utilizados que no hay más que darlos vuelta y cambiarles el género, la época o el lugar para ver que estamos frente al cliché del ser humano o al menos el cliché de los llamados “grandes temas” que nos aquejan: las ideologías políticas, la construcción de la identidad de género, el poder, la maternidad y la infidelidad.

Y Potter se para en el actual discurso occidental para poner en duda, de manera burlona, las afirmaciones que sostienen nuestro discurso, afirmaciones que penden de un hilo, ese hilo que se corta con solo reírnos de su inconsistencia. Cuestiona así los imperativos categóricos de todas las ideologías, que son la muerte de todas las ideas como diría el pensador esloveno Slavoj Zizek en su documental La guía perversa de la ideología.

“Cómo podés ser el referente de ese partido vetusto en la era del pos- post modernismo y del pos- post feminismo” le escupe el personaje de Patricia Clarkson a su amiga encarnada por Kristin Scott Thomas, que convoca a sus amigos a una reunión para celebrar que pronto asumirá como premier británica. Es este el tono de las posturas ideológicas y frases varias que tira la reina del cinismo en toda la fiesta. Clarkson acompaña su discurso progre satirizado por contraste con el maltrato descalificante hacia su marido que la va de gurú Made in Germany en manos del genial Bruno Ganz. La película está llena de guiños metatextuales, por ejemplo la idea del gurú berreta puesto en Bruno Ganz, el mismo actor que interpretó en la década de los 80 al ángel de Win Wenders en Las alas del deseo.

Por otra parte están: Bill que es el esposo de la futura ministra, Tom que es el banquero cocainómano marido de la mano derecha de la festejada y el gurú germánico completa en primera instancia el club de varones del grupo que serán tratados como aquellas mujeres fueron usadas en el modelo patriarcal: descalificados, traicionados, abandonados, etc. Patético. Si es este el lugar de poder que se ganó la mujer, las ironías sobre los estereotipos del feminismo caen como una bomba en la cabeza del espectador.

Bill ha dejado todo para que “ella” sea quien será, como aquella frase: “Detrás de todo gran hombre, hay una gran mujer”. Si la invertimos de género (como lo hacen en la película), reluce de todas formas su sentido vetusto.

El juego que juega Potter es repetir el viejo cuento de los engaños, y el abuso de poder, pero “invirtiendo” los géneros donde antes eran los varones ahora van las mujeres y viceversa. Lo farsesco y lo patético es que se ve lo deplorable del esquema, al derecho o al revés. Más aún en presente, en pleno auge del cambio discursivo, todo se presenta en The Party como el fracaso paródico de las ideologías.

Obvio que faltaban dos piezas más para que la fiesta esté en la cumbre del seudo progresismo: un matrimonio de lesbianas a punto de ser madres-padres de tres nuevos seres que llegan a este equilibrado mundo.

Ellas encarnan el cliché del matrimonio, la que juega de masculina y mayor de edad se alía con los otros varones y comparte sus principios, la juega de “macho progre” cuando repite los esquemas que usaban nuestros antepasados: tiene un pasado oculto, le da terror la paternidad, y siempre tiene otros grandes temas que lo/la aquejan. En fin, es un dechado de clichés del estereotipo del marido clásico. Mientras la que hace de “madre”, es más joven, va vestida de manera ridículamente naif y habla y se queja con una actitud de padecimiento histórico.

Parece que todos luchan con un pos post feminismo que no alcanza y un pos post modernismo que quedó olvidado en la alacena con olor rancio.

Por Victoria Leven
@LevenVictoria