The Post: Los oscuros secretos del Pentágono, de Steven Spielberg
Por Hugo F. Sanchez
Se supone que The Post es una película sobre la libertad de expresión frente al poder político y su cuota irremediable de oscurantismo. Efectivamente, la película aborda la historia de los archivos secretos sobre la guerra de Vietnam, un estudio encargado por el Pentágono en donde se analizaba las razones de por qué Estados Unidos se había involucrado en el conflicto del sudeste asiático y sus conclusiones, que en primer término destacaba que no había manera de ganar la guerra y aun así las diferentes administraciones habían decidido seguir con la misma política.
Una vez más Steven Spielberg traza un mapa personal de los hechos y circunstancias que forjaron la sociedad que le toca vivir (la segunda Guerra Mundial con Rescatando al soldado Ryan, la secesión y el fin de la esclavitud en Lincoln, la inmigración en La terminal, la guerra fría en Puente de espías). Sin embargo mientras el relato se va desarrollando con el grupo de periodistas del Washington Post comandados por el legendario editor Ben Bradlee (Tom Hank) y luchan contra reloj para primero desentrañar los puntos básicos del extenso informe y luego poder publicarlos ante las presiones del gobierno de Nixon -que recurrió al bozal legal de la “seguridad nacional”-, la verdadera protagonista es Katherine Graham (Meryl Streep), la dueña del diario, la mujer que se reinventó haciendo lo que debía a costa de romper con su entorno acomodado.
Katherine se hizo cargo del diario luego del suicidio de su marido Phil Graham, que había posicionado al medio. Producto de una época en donde imaginar a una mujer al frente de una empresa era prácticamente el ejercicio de alguna mente afiebrada, la película se ocupa de mostrar el entorno en donde se movía Graham, las fiestas de la alta sociedad, el mundo protegido en donde se desenvolvía, pero también el desdén que tenía que soportar de los poderosos hombres que la rodeaban y la aconsejaban a la hora de tomar decisiones. Son varios los momentos en donde se muestra las dubitaciones del personaje -precisa y enorme Streep- y el peso de pertenecer al poder que debía denunciar.
Lo interesante del retrato que hace Spielberg es que muestra a Katherine Graham antes de lo que fue el escándalo de Watergate, que ubicó definitivamente al Washington Post como un diario nacional a tener en cuenta, tanto como el todopoderoso The New York Times. Se podría decir afirmar que según la visión del director neoyorquino, la publicación del los archivos del Pentágono fue el ejercicio necesario de Graham y un aguerrido grupo de periodistas para luego encarar la investigación sobre el espionaje que practicó el gobierno (y el partido republicano) en el búnker de los demócatas, que significó la caída del gobierno de Richard Nixon. Casi como el aprendizaje de los superhéroes cuando descubren hasta dónde llegan sus habilidades recién adquiridas y si se quiere, yendo un poco más allá, también sobre aquello de Un gran poder conlleva una gran responsabilidad.
Y claro, al principio en el medio y el final, la fiesta romántica en la línea de la mejor tradición de los film del género, con una redacción en marcha (una vieja redacción, se entiende), el protagonismo de los teléfonos públicos para sortear las posibles pinchaduras, las habitaciones de hoteles alejados, las máquinas de escribir, las fuentes, las picardías del oficio, el aire enrarecido por los cigarrillos, las llamadas amenazantes del poder y por supuesto, las rotativas, mostradas una y otra vez por decenas de películas pero nunca, pero nunca, como en The Post. Una puesta magistral sobre un universo periodístico que ya no existe y que para la mayoría de los que transitan los medios, probablemente nunca existió.
THE POST
The Post. Estados Unidos, 2017.
Dirección: Steven Spielberg. Guion: Liz Hannah, Josh Singer. Intérpretes: Meryl Streep, Tom Hanks, Bruce Greenwood, Bob Odenkirk, Tracy Letts, Sarah Paulson, Matthew Rhys, Alison Brie, Carrie Coon, Jesse Plemons, Bradley Whitford, David Cross, Michael Stuhlbarg, Zack Woods, Pat Healy, Deirdre Lovejoy Fotografía: Janusz Kaminski. Música: John Williams. Montaje: Sarah Broshar, Michael Kanh. Duración: 116 minutos.