The Post – Los oscuros secretos del pentágono: La Libertad ante todo.
La maestría de Steven Spielberg para contar historias vuelve a ponerse de manifiesto en este thriller de tinte político, encabezado por una dupla actoral insuperable: Meryl Streep y Tom Hanks.
La última película del extraordinario director de clásicos como ET, El color púrpura, Salvando al soldado Ryan, entre tantos títulos memorables, se adentra en la historia verídica de la batalla por el derecho a la libertad de prensa que tuvo como protagonistas a los periodistas del diario Washington Post (y a los del New York Times, también) y al gobierno de ese momento, del inefable Richard Nixon.
Para demostrar una vez más el don que maneja el director para componer escenas de guerra, y para instalar claramente de qué va a tratar toda la película en apenas los primeros minutos, la primera escena, situada en el campo de batalla de Vietnam, nos pone de cara con Daniel Ellsberg (Matthew Rhys) quien está ahí no como soldado, sino como observador, de hecho su arma se presenta con un primer plano, no es un rifle, no es una escopeta, su arma en esta historia será la palabra y allí entonces el plano de una máquina de escribir que tendrá mucho para decir avanzado el relato.
Corte a escena de Ellsberg en un avión de las fuerzas armadas donde el secretario de defensa Robert McNamara (Bruce Greenwood) le consulta sobre si la situación en Vietnam mejora o empeora (McNamara ya sabe que la situación es peor a medida que transcurre el tiempo) y Ellsberg se lo confirma. Corte a escena, al bajar del avión el secretario de defensa en sus declaraciones a la prensa, asegura y fomenta un optimismo falso en relación a la guerra y el porvenir de los soldados, mientras Ellsberg se retira por el costado de la escena con el claro gesto de que nada de lo declarado es verdad.
Así en tres escenas, Spielberg instala los titulares acerca de lo que tratará esta película, aún cuando ninguno de ellos sean los protagonistas de la trama, el director conoce la manera exacta de dosificar la información al espectador y desde ya, nunca da un paso en falso en la importancia de cada actor, de cada diálogo y cada escena a lo largo de todo el relato, de allí claro que sea uno de los mejores directores en la actualidad, y el más preciso y exquisito al momento de contar una historia.
Lo primordial en este relato, cualidad que cada vez desarrolla mejor Spielberg, es la capacidad de hablar sobre un tema en particular, exprimiéndolo en todas sus variables posibles, porque The Post, habla esencialmente de la libertad, como tema central la libertad ya mencionada sobre el derecho de prensa, el derecho de un diario a publicar los hechos (en este caso secretos escondidos sobre la Guerra de Vietnam, por cuatro administraciones gubernamentales distintas), pero también habla de la libertad personal, aquella a la que se enfrentan la mayoría de todos los personajes que forman parte de la trama, Ellsberg no puede dejar de llevar a la luz aquello lo que vio, McNamara no puede dejar de confirmar esos hechos, y aquí entran en juego las piezas esenciales de este conflicto, el editor del Washington Post, Ben Bradlee (Tom Hanks) y la dueña del diario Kay Graham (Meryl Streep), ambos son los responsables de llevar al extremo esta verdad que no puede dejar de darse a conocer, Bradlee no duda nunca, quizás sea la representación más fiel de esa libertad que tanto puja por predominar, y Graham, el personaje que más evoluciona (emocional y actoralmente) no solo lucha contra su mundo propio, si no contra un mundo de hombres, poderosos (que combinación fatal) que la menosprecian no solo por el hecho de ser mujer, sino también por haber heredado de manera “accidental“ la jefatura del diario para el que todos trabajan. Y aquí el exponente tan sutil y tan poderoso del feminismo por el que aboga también el film, Graham es una mujer que parece va a quebrarse en cualquier momento, pero eso nunca sucede, su entereza y tenacidad la confirman como la indicada para tomar la decisión de publicar la noticia que cambiará el curso del diario que lidera, y posiblemente de la historia en materia de periodismo, pero Graham es una madre y una abuela, una mujer que amaba a su esposo y lo pierde de manera trágica, una mujer sola en un mundo masculino donde los temas importantes los definen en un salón, habano mediante, los hombres, y las mujeres se van a hablar trivialidades a la habitación contigua, que fantástico como Spielberg marca en dos escenas el importante rol de esta mujer, de cualquier mujer. Cuando sucede lo mencionado, la división entre hombres y mujeres para las charlas correspondientes, Kay se sienta en el respaldo del sillón de la sala repleta de mujeres pero de cara a lo que sucede en la habitación de los hombres. Así con ese plano, Spielberg nos dice todo, y en otro cerca del final, cuando los responsables de los diarios salen de la audiencia que los enfrenta a los intereses del gobierno, Kay se retira por el costado pasando por el medio de una fila de mujeres que sin decir nada, le agradecen no solo la lucha por publicar, le agradecen tácitamente el rol reivindicado de la mujer. En las miradas de ellas y en la de Kay hay más poder femenino que cualquier película que se autodenomine feminista. Una celebración de la libertad de cada mujer a ser mujer, y no tener que pedir permiso por nada a nadie.
En cuanto a las actuaciones no quedan adjetivos que ya no se hayan dicho de Hanks y Streep a lo largo de sus carreras, aquí de la mano de uno de los mejores directores; hacen lo que mejor saben hacer, Hanks en un papel que compone con la destreza que lo define ya hace tanto, y Streep como siempre, regala un universo de emociones y sensaciones con solo mover una mano, morder el labio, levantar una ceja. El poder actoral de Meryl Streep es cada vez más avasallante y excede los premios que puedan darle, no hay nadie en el mundo de la actuación que logre transmitir lo que esta señora irradia cada vez que aparece en pantalla.
Spielberg ha vuelto a su mejor forma cinematográfica en una propuesta que nunca da respiro, un thriller político con un suspenso que se mantiene a lo largo de toda la cinta, (aún cuando uno ya sepa el desenlace) y un nivel de trabajo de montaje excepcional, una calidad insuperable en la narrativa que nos recuerda que el mejor aprendió de uno de los mejores. La simplicidad para contar una historia, Spielberg lo aprendió de John Ford, las sutilezas, la puesta en escena, la mejor posición de cámara en relación a los actores, dónde y cómo ubicarlos a ellos para darles la libertad de desarrollar la escena y aún así realizar un plano magnífico (el travelling en la escena donde Kay Graham decide al teléfono dar luz verde a la publicación es una clase magistral de puesta, de plano y de montaje, y ni hablar de actuación).
The Post es una de las mejores películas que ha realizado Steven Spielberg, sin duda será una de las mejores que veamos este año, porque este director es uno de los pocos que recuerda, vive, transmite y expone el verdadero lenguaje del cine.