Algo más que una letra de molde.
Sin tratarse de una obra maestra ni mucho menos y en consonancia con la ebullición mediática y cruzada del gremio hollywoodense en defensa de la libertad de expresión en la era post Trump, The Post es una película donde Steven Spielberg maneja con nervio y prolijidad la tensión de una historia de la que se sabe casi todo.
La carencia de sorpresas o vueltas de tuerca eran impensadas tratándose de los Pentágono Papers. Nadie ni antes ni ahora con dos dedos de frente creería que detrás del proyecto Guerra de Vietnam, que abarcó tres presidencias incluidas las de de los presidentes Harry S. Truman, Dwight D. Eisenhower, John F. Kennedy, Lyndon B. Johnson y algunos años de Richard Nixon, no hubiese una gigante mentira camuflada como siempre bajo los discursos totalitarios de la gran policía mundial y la única potencia capaz de frenar el avance de Oriente, sea el país que sea.
En este caso, el rotundo fracaso de la guerra de Vietnam, cuyo desenlace en 1975 significó para Estados Unidos la mayor derrota bélica del siglo pasado, aún hoy dejó una herida narcisista en un pueblo que todavía no abandona del todo su chauvinismo y arrogancia de imperio en todos los órdenes, aunque la conciencia de las bajas y las muertes propias en tierras invadidas muevan unos centímetros el amperímetro del nacionalismo y reivindiquen la gran idea de Estado o Gobierno que siempre miente a sus ciudadanos.
Y de esa gran mentira que fue Vietnam, la filtración de las operaciones secretas del Pentágono bajo la expresa complicidad de los diferentes presidentes y ministros se nutre el nuevo opus de Steven Spielberg. En sintonía con el último discurso de la empresaria Ophra Winfield, quien utilizó los Globos de oro como globo de ensayo de una futura candidatura presidencial para desbaratar la filosofía Trump y recuperar poder de las minorías en el futuro, The Post se acomoda en el alegato a la libertad de expresión tal como ocurriera con la correcta En primera plana. Aquella sacaba a relucir los trapitos sucios del poder de la iglesia en base a los abusos y casos de pedofilia encubierta, mientras que la película de Spielberg desnuda no sólo los documentos secretos del Pentágono sino el rol de la prensa desde el lugar de los negocios corporativos y el principio de la función controladora del poder político.
Más allá de los datos históricos donde The New York Times se lleva el peor ninguneo para realzar el papel del The Washington Post en la publicación de los documentos secretos, filtrados por un analista encargado de elevar informes desde el propio lugar de los hechos, a pesar de las fuertes amenazas de la administración Nixon que incluyó la corte suprema de Justicia, es innegable que el jugo de este relato es otro, protagonizado por Tom Hanks en el rol de el editor en jefe del Post, Ben Bradlee y Meryl Streep en la piel de Katharine Graham, periodista devenida propietaria del medio y amiga personal de uno de los políticos más influyentes y responsable de las mayores conspiraciones, Robert Macnamara (Bruce Greenwood)
Con una narrativa clásica y la rápida introducción de la tensión dialéctica entre dos maneras de entender el rol del periodismo en la realidad corporativa, el realizador de Tiburón apela al nervio propio de cualquier redacción periodística cuando la batalla por la primicia ante el rival de siempre supone no sólo la supervivencia, sino la dicotomía entre los intereses individuales, las ambiciones personales pero también desde el rol social de un servicio que debería buscar siempre la mejor manera para revelar todo aquello que por una cosa u otra se oculta.
El recuerdo directo de aquella vibrante comedia protagonizada por Michael Keaton conocida como El diario a veces gana más presencia que las referencias obvias a otro tipo de filmes como Todos los hombres del presidente. The Post no llega nunca a esos niveles de profundidad tratándose de una información tan vital para la República y sus ciudadanos, se enmarca con más énfasis en los personajes involucrados para que nuevamente Meryl Streep deslumbre con un nuevo papel distinto en términos dramáticos donde a fuerza de austeridad gestual logra componer a Graham y realzar su transformación, tanto desde su rol como mujer en un mundo de hombres, empresaria con los pies sobre la tierra, pero sobre todo obediente al axioma del cuarto poder cuando de amiguismos se trata.
No logra de todas maneras esta nueva película nuevamente concentrada en la prensa, su guerra desigual con las esferas del poder político y el rescate de la valentía de periodistas no estrellas, transmitir la épica buscada desde la intención más que desde la propia mirada del papá de ET.