El siempre provocativo director de Involuntario, Play y Force Majeure: La traición del instinto ganó nada menos que la Palma de Oro a la Mejor Película del último Festival de Cannes con una propuesta en la que el capricho, el regodeo, la manipulación emocional y hasta el sadismo le quitan interés a otra de sus miradas desoladoras sobre las miserias de la burguesía intelectual y el estado de las cosas en una Europa dominada por la xenofobia, la paranoia y las diferencias de clase. Más allá del innegable talento del cineasta sueco, se trata de un film al que tamaño premio le queda demasiado grande.
La multifacética artista argentina Lola Arias, es la inspiración (en la ficción, claro) de The Square. El nuevo largometraje del sueco Ruben Östlund debe su título, su germen y su dimensión moral a una instalación que -según indica el protagonista (Claes Bang) en varias oportunidades- es de Arias, aunque en verdad se trata de una idea original del propio Östlund.
Christian -un tipo brillante, elegante y narcisista- es el nuevo director de un museo de arte contemporáneo al que en plena calle y a partir de un típico “cuento del tío” le roban su celular y su billetera. Tras rastrear con un dispositivo GPS el paradero del teléfono móvil, apela a una maniobra poco ortodoxa para recuperarlo con resultados que es mejor no adelantar.
El film trabaja -con mayor presupuesto y más ínfulas- cuestiones ya transitadas por el director como las diferencias sociales, la hipocresía y el cinismo de la clase acomodada, el desapego emocional, la cobardía masculina, la incomunicación de una sociedad hipercomunicada (con la viralización de un video políticamente incorrecto), los límites éticos frente a la libertad de expresión, la xenofobia y otras miserias de la Europa otrora opulenta y hoy en plena decadencia.
El resultado es algo decepcionante porque, si bien mantiene el espíritu provocador, la creatividad y la capacidad de sorpresa de sus films anteriores, la manipulación, el sadismo y cierto regodeo con el patetismo hacen que el talento que evidentemente tiene Östlund esta vez quede sepultado por una acumulación pretenciosa de “performances” (por momentos en la línea de su compatriota Roy Andersson) muchas veces extremas y caprichosas.