Finalmente llega a nuestro país “The Square”, la película ganadora de la Palma de Oro en el prestigioso Festival de Cannes. Esta interesante propuesta fue dirigida por Ruben Östlund, que se ganó a la crítica con “Force Majeure” (“Turist”, 2014), su film anterior al que se estrena esta semana, que también fue galardonado con el premio del jurado en el mismo festival.
Resulta muy complicado escribir acerca de la obra que aquí nos convoca. Principalmente porque es mucho más compleja de lo que aparenta y toca varios temas relacionados con el mundo del arte pero también con el panorama social y cultural actual.
El film sigue la historia de Christian (Claes Bang), el mánager de un museo de arte contemporáneo en Estocolmo, que se prepara para estrenar una nueva exhibición titulada “The Square”, la cual fomenta valores humanos y altruistas, y que pertenece a una artista argentina. Cuando contrata a una agencia de relaciones públicas para difundir el evento, la publicidad produce malestar en el público. A su vez, la cinta desarrolla paralelamente una segunda línea narrativa que tiene que ver con un robo que sufre Christian (celular y billetera) y cómo decide tomar cartas en el asunto. El sujeto es impulsado por un asistente, al enterarse del paradero de sus pertenencias mediante un software de ubicación del aparato, a intentar recuperarlas. Así es como una trama terminará convergiendo con la otra al ver cómo ciertos eventos de su vida personal influyen en la obra que estrenará el museo.
En el medio aparecerán algunas escenas que parecen no tener relación, pero servirán como plataforma para que el director (también guionista del relato) pueda desarrollar un mensaje y una visión del mundo artístico en general y la cultura sueca en particular.
Ruben Östlund hace uso de la comedia y la sátira para realizar una profunda crítica social a lo largo de todo el metraje. En realidad todos los elementos, la fotografía, la música, el montaje, y la cuidada composición se limitan a estar en función de la narrativa que propone brindarnos este autor.
Las actuaciones también giran en torno al objetivo mayor del cineasta, el cual consiste en plantear cuestiones como el egoísmo, la petulancia, el individualismo, el abuso de poder y la egolatría de los personajes que se ven como elementos exagerados ante las situaciones que les toca vivir.
Por otro lado, el humor negro y la comicidad en general juegan un papel importante a la hora de juzgar al ambiente artístico y su idiosincrasia. Se ponen en tela de juicio algunos temas relacionados con la crisis del arte moderno contemporáneo, la hipocresía del submundo que rodea a los artífices creativos, la eterna puja entre el arte y el negocio, entre otras cosas. También se hace mención a la aplicación del marketing en función de generar una estúpida y banal controversia, restándole importancia a la creatividad/originalidad de la obra y solo buscando la trascendencia y la viralización de la exposición.
Un momento muy interesante tiene lugar en el comienzo de la cinta cuando Anne, el personaje secundario compuesto Elisabeth Moss, entrevista a Christian y le pregunta sobre un concepto de lo que es arte y lo que no, a partir de una exposición del museo. En aquel momento se deja en evidencia que el curador del museo tampoco tiene bien en clara la respuesta y comienza a responder otra cosa. Una vez más podemos ver cómo el autor nos deja bien en claro su opinión sobre la forma en que estos individuos conciben al arte.
El film exuda irreverencia e inteligencia en sus planteos sobre ese sector elitista de la población en contraste con la vida cotidiana, las redes sociales, el arte propiamente dicho y lo superficial. Lo interesante es ese aire polémico, arriesgado y transgresor que busca sorprender y provocar cierto extrañamiento en el espectador.
El propio protagonista busca alcanzar algo utópico con su exhibición, “tener un espacio, un santuario de confianza e igualdad de derechos y obligaciones”. Algo totalmente contradictorio si se analiza su accionar y algo difícilmente alcanzable. A lo largo del relato vamos viendo varios “cuadrados” donde se desarrollan diversas situaciones, y es quizás en los niños (las hijas del protagonista y sus compañeras de colegio) que ese sentimiento de igualdad y camaradería se pueda llegar a conseguir (revisar la escena de la rutina de porrista de las nenas). Los límites del cuadrado irán cambiando a lo largo de las dos horas y media que dura la película, según vayan mostrándose las verdaderas caras de los personajes.
“The Square” resulta una propuesta cinematográfica diferente. Una cinta entretenida, por momentos sórdida y ácida pero siempre genialmente calculada e invitando a la reflexión del público. Ruben Östlund brinda un film de autor, muy personal que fue perfecta y fríamente ejecutado.