Todas en contra
En 1974 se publicó The Unicorn, considerado como el primer álbum de música country abiertamente gay, compuesto, producido e interpretado por el músico neoyorkino Peter Grudzien. A la distancia no sorprende saber que no se vendieron prácticamente copias de ese disco hasta que fue reeditado a mediados de los 90s, logrando que Grudzien reciba un poco de esa notoriedad retroactiva, aunque siempre en el circuito marginal de un género musical que no tiene fama de progresista.
Cuando Isabelle Dupuis y Tim Geraghty se acercaron para entrevistarlo entre 2005 y 2007, Peter seguía viviendo en su casa de la infancia junto a su hermana melliza y su padre, que para entonces ya era casi centenario. El dúo retrató con sus cámaras a los Grudziens registrando su vida cotidiana, pero por sobre todo dándoles un lugar donde expresarse y volcar las angustias acumuladas durante una vida bastante difícil.
Hijos de una familia obrera sin muchos recursos como para acompañar o entender en profundidad sus situaciones, Peter y Terry lidiaron con problemas psiquiátricos desde jóvenes. Más aún con una medicina de la época que parece haber dejado más secuelas que beneficios sobre ambos.
La carrera artística de Peter Grudzien no fue exitosa; salvo por el hito de The Unicorn que le dio una modesta fama tardía, su obra estuvo más impulsada por la pasión que por el dinero, algo que Dupuis y Geraghty registran con un nivel de empatía pocas veces vista en esta clase de documentales.
La familia que retrata esta película está compuesta por tres personajes tragicómicos, los cuales serían una tentación fácil para otros directores que no dudarían en burlarse de ellos para aumentar el impacto de su narrativa. Nada de lo que aquí muestran hace sentir que su mirada sea satírica o condescendiente, sino que realmente es creíble su voluntad de acercarse a un pequeño grupo que necesita expresarse.
Es justamente en este aspecto de la vida del músico donde más se detienen, más que en su música en sí. Quizás también porque es de lo que él mismo parece más interesado en hablar. Se lo ve un hombre solitario y algo amargado por una vida que nunca se la hizo fácil, pero al mismo tiempo necesitado de reconocimiento y alegrías especialmente desde un arte que no deja de ejercer aunque sea para sí mismo, porque el público no demuestra mucho interés ni cuando está sobre el escenario del bar donde toman algo o juegan al pool.
El registro que muestra The Unicorn de la intimidad de esta familia particular es incómodo, desesperante y hasta algo claustrofóbico. Agobia con las historias de sus protagonistas y sobre todo con el ambiente que se construye a su alrededor, pero lo más importante es que en ningún momento deja de sentirse tremendamente honesto en su crudeza. Nunca se burla ni siquiera de las situaciones más absurdas, y hasta es posible sentir el miedo de quien sostiene la cámara cuando el desequilibrio mental de uno de los entrevistados comienza a ser realmente intimidante, logrando una potencia narrativa que deben envidiar muchas ficciones.