Thor es una creación de Stan Lee, Larry Lieber (hermano de Lee) y Jack Kirby. Apareció en Agosto de 1962, y pronto generó su legión de adeptos, si bien siempre fue un personaje secundario de la Marvel. El proyecto de la posible adaptación de Thor al cine comenzó a rodar por los estudios desde 1990, al año siguiente de la aparición del Batman de Tim Burton y cuando comenzó la fiebre cinematográfica por los superhéroes. El primero en acercarse fue Sam Raimi, quien estuvo hasta 1997 intentando venderle la idea a los estudios. El proyecto se cayó, Raimi se fué, y habría que esperar hasta el año 2000, cuando los X-Men de Bryan Singer se convirtieron en un megahit, demostrando de que las adaptaciones de comics no se trataban de una moda pasajera y que se podian tratar de manera adulta mientras daban jugosos réditos en taquilla. A partir de entonces la Marvel comenzó a planear meticulosamente un desembarco masivo de sus personajes en el celuloide y reflotó a Thor, poniéndolo en las manos de Matthew Vaughn (Kick Ass) y David S. Goyer (guionista de Blade y la renovada saga de Batman). Pero ambos tropezarían con el estudio y terminarían por apartarse del proyecto, alegando diferencias creativas. La instancia final llegaría en el 2008, cuando la Marvel (en una decisión que dejó con la boca abierta a más de uno) contrató inesperadamente a Kenneth Branagh como director. Curiosamente el casting de Branagh sedujo a más de una estrella, quienes se acercaron al proyecto profundamente intrigados por lo que haría un director shakespearano con algo tan pasatista como es la adaptación de una tira cómica de superhéroes.
En lo personal debo admitir que esperaba lo peor. Son contados los casos en que los directores han logrado interpretar con fidelidad la esencia de un personaje de comic o, incluso, de mejorar la idea inicial; y, cuando los cineastas no son del palo (léase, no son directores pochocleros), los resultados suelen ser desastrosos. Pero aquí Branagh le ha tapado la boca a todos y el inglés ha terminado despachándose con la mejor adaptación Marvel desde Iron Man. ¿Quieren una historia épica con visos trágicos?. Aquí la tienen. ¿Quieren una aventura pochoclera con secuencias de acción excitantes?. Thor cumple y con creces.
La película funciona en dos planos: el "olimpo" de los dioses nórdicos - en donde están las intrigas por la sucesión de Odin -, y las correrías en la Tierra, en donde nuestro héroe se ve condenado a vagar sin sus superpoderes. En el primero, Branagh está en su salsa: intrigas palaciegas, herederos malhumorados, traiciones por doquier, hijos incomprendidos y padres demasiado severos. Todo esto ocurre en los aposentos de Odin en el reino fantástico de Asgard, el que parece una versión con esteroides del palacio de Ming el Malvado de Flash Gordon. Los escenarios son gigantes, las armaduras tienen un brillo que enceguece, y hay una deliciosa combinación anacrónica entre ambiente medieval y tecnología de punta. Por suerte los personajes no terminan devorados por la enormidad de los sets, y los diálogos son coherentes y bastante inteligentes.
Una de las mejores cosas que tiene Thor es el tratamiento del villano, el cual no es una figura malévola de por si sino que surge como fruto de la evolución de una serie de hechos trágicos - celos, necesidad de reconocimiento, venganza -. No es el típico idiota vestido de negro y que se ríe tontamente de lo malo que es, sino que se trata de un personaje profundamente conflictuado que se ve obligado a actuar cuando descubre la ignominia de su origen. Esto lo hace humano y comprensible, pero a su vez lo hace menos siniestro y le quita estatura como villano.
En donde Thor funciona mejor es en el plano terrenal, en donde el dios nórdico se despierta en un pueblito en medio del desierto y descubre que carece de superpoderes. A medida que veía el filme me asaltaba una sensación de deja vu, hasta que terminé por darme cuenta que todo esto era un reciclado de ideas de Superman II. Otro superhéroe sin poderes; otro alienígena llegado a un pueblito y preguntando para que sirve cada cosa; otro enfrentamiento campal en medio del desierto. Lo que le ocurre a Thor es una mezcla de cosas que le sucedían tanto a Superman como al general Zod en el filme de Richard Lester de 1980. Por suerte Branagh maneja las cosas de manera muy diferente y uno puede darse el lujo de perdonar las similitudes.
El casting es uniformemente bueno. Hopkins está medido; Natalie Portman (que últimamente está en todos lados) está ok, aunque no es memorable; pero sin lugar a dudas la gran sorpresa resulta ser el ignoto Chris Hemsworth, una masa de músculos de dos metros de altura que derrocha carisma y sabe actuar. Hemsworth parece tener la misma estrella que Christopher Reeve; es otro desconocido con talento que surge de la nada para cargarse la película al hombro y brilla de igual a igual con tipos de mayor renombre que él. Lo más curioso de todo esto es que Hemsworth (cuyo mayor papel previo fue hacer de padre de James T. Kirk durante los cinco minutos iniciales en la nueva Star Trek) había sido rechazado para el rol, hasta que Branagh le dió una segunda oportunidad.
Thor es una muy buena película de superhéroes. Su mayor virtud es que no se siente como tal. Si hay algo que reprocharle, es que el climax es algo confuso y carece de golpe. Pero, por el resto, es un espectáculo muy entretenido, sólido y muy recomendable.