Muñequito en serie
Un poco de humor, un poco de superacción y un poco de conflicto paterno-filial. Si hablamos de calidad, Thor es, también, un poco buena. Si algo tiene a favor esta curiosa incursión de Kenneth Branagh en el mundo de los superhéroes de la Marvel es que hace todo con corrección, sin desviarse del cuentito y sin hacer que todo aquello que suele estar mal en este tipo de películas -los diálogos inflamados y los conflictos grasosos- lo esté. Así las cosas, Thor es un entretenimiento divertido y menor, y que como mayor carencia tiene algo que ya se comenzaba a notar en Ironman 2, que excede a su director y a sus actores: y es que se trata de una película sin vida, ínfima, imposible de recordar a la media hora de concluida y que justifica su realización en el hecho de que es la previa de otro proyecto mayor, como es Los vengadores.
Esto se adivina en la cantidad de referencias que se tiran y la cantidad de información que se aporta sin que tenga un peso específico dentro de la historia: ¿recuerdan el escudo del Capitán América en Ironman 2? Bueno, aquí todo está más contaminado por el contexto. La pregunta es si ya a esta altura no deberíamos mirar estas películas como una saga que concluirá con Los vengadores, en vez de estar preocupados en lo que ocurre aquí. Y de ahí, otra duda: ¿si lo que ocurre en Thor es insignificante y poco relevante, cuál es el sentido de que nos interesemos por lo que pueda pasar en aquella película que reunirá a Ironman, Thor, Capitán América, Hulk y demás? Evidentemente son películas hechas para los fanáticos y seguidores del cómic, y eso no está mal. Salvo que no se puede negar su escasa proyección como artefacto cinematográfico: nadie recordará de aquí a dos meses Thor, como sí ocurre por ejemplo con el Batman de Tim Burton o con el último de Christopher Nolan. Si bien se nota algo de esfuerzo, Branagh no consigue darle un aspecto autoral a su superhéroe.
En definitiva, hablando de Thor hay que decir que sin llegar a las cimas del Hulk de Ang Lee -sí, acepto los insultos-, el film es una rareza dentro del universo de los superhéroes trasladados al cine: importan más aquí los conflictos, los vínculos que entabla el personaje, que las escenas de acción, las cuales aparecen como administrativas, filmadas a reglamento, sin una cuota de imaginación ni de originalidad. Tal vez tenga que ver esto con que Branagh es un director que se encuentra más cómodo entre las intrigas palaciegas que propone la historia creada por Stan Lee, que en las fantásticas luchas entre deidades nórdicas. Posiblemente este haya sido el pensamiento de los productores, quienes vieron algunos elementos shakespereanos, con sus reyes y sus traiciones entre hermanos, y decidieron que Branagh era el indicado para darle dimensiones a este personaje; dimensiones que realmente no llegan ni con el 3D.
Thor (Chris Hemsworth), joven y pendenciero, se prepara para ser rey pero luego de meterse en un gran lío y quebrar la tregua entre los de su tierra y otra raza, termina siendo expulsado de su mundo por su padre Odín (Anthony Hopkins). Justo antes de que lo nombren rey. El muchacho del martillo será enviado a la Tierra (gran ironía de Stan Lee, la Tierra aparece como el castigo mayor para los dioses) y tendrá que aprender, entre los mortales, sobre la humildad y la humanidad. Hay muchos elementos del viejo cine de los 40 y 50 -al igual que sucedía en Cars, de Pixar- en esta historia de base: el ganador que cree sabérselas todas y que aprenderá la lección luego de caer en un pueblito. Salvo que aquí las cosas son un poco más “gigantes”. Sobre todo, cuando le mandan un enorme artefacto que tira fuego por sus ojos a eliminarlo.
Todo esto, que parece súper emocionante, está contado a reglamento por Branagh, que sin dudas se encuentra más cómodo en los palacios de Asgard que en las batallas o secuencias de acción. También, Branagh puede ser un tipo ligero, y jugar a la comedia con el extraño que llega al pueblo. Posiblemente ahí esté el mayor atractivo de esta película: la diversión ligera y sin mayores pretensiones, tomándose en serio la mitología del héroe pero a sabiendas de que no se trata de otra cosa que una gran fantasía y de un tipo que tiene un martillo con el que revienta a fulanos de cuatro metros de alto. El problema de todo esto, como decíamos anteriormente, es la subtrama que involucra a la organización SHIELD, que convierte a los conflictos de Thor en apenas cotillón. Todo parece contado a las apuradas y sin demasiada pasión, como a sabiendas de que esto es apenas la previa, algo subsidiario de un plan mayor. Su autoconciencia de muñeco de supermercado pone en demasiado primer plano una palabra maldita: producto.