El poderoso pero arrogante guerrero nórdico Thor a causa de sus imprudentes acciones revive una guerra antigua. Desterrado a la Tierra por su padre Odin, aprenderá lo que se necesita para ser un héroe verdadero.
Finalmente llegó el estreno de una de las películas más esperadas o que al menos tuvo una mayor campaña de difusión detrás. Trailers, spots, avances e imágenes de Thor inundaron las pantallas, revelándose incluso algunas escenas hasta el día de hoy. También llegó el momento de la puesta a prueba de Kenneth Branagh, director de un cine más clásico, con mucho Shakespeare a cuestas, y ver si daba como resultado un nuevo Christopher Nolan con sus Batman. Se trata, no obstante, de un filme poco logrado que no alcanza a cumplir las expectativas y que tan sólo de compararse con las dos Iron Man pierde por goleada. Parafraseando uno de los títulos del propio Branagh pero de 1993, hubo mucho ruido y pocas nueces.
A diferencia de las películas sobre el hombre de acero, que no es Superman sino Tony Stark, o incluso The Incredible Hulk, Thor ya se hizo sabiendo que el filme que reúna a todo el equipo de héroes de Marvel, es decir The Avengers, es una realidad. Tan conscientes están de este proyecto que el anuncio de que el guerrero nórdico regresará a las pantallas en el 2012 toma forma de pantalla negra en el cierre de la película. Esto es un dato no menor, dado que acaba por parecer una larga introducción para la siguiente. Las otras eran proyectos en sí mismos, con sus personajes, sus conflictos, y se unían entre sí en alguna escena en particular, principalmente al final de los créditos. En esta oportunidad todo parece puesto al servicio de un proyecto masivo, haciendo referencias a los demás héroes, pero sin desarrollar un argumento propio.
El conflicto shakespeariano que Branagh introduce en Thor es una pelea entre hermanos, situación que el espectador conoce por tener acceso a ciertas escenas particulares de Loki (Tom Hiddleston), pero que el guerrero que da título a la historia no. El personaje al que da vida Chris Hemsworth, sin la gracia, el timing o la capacidad actoral que tiene un Robert Downey Jr., se entera que pasa algo recién en los últimos 20 minutos de película, lo cual es demasiado tarde como para compensar todo el tiempo en que no sucede nada.
Dotada de un humor escaso y bastante payasesco, acaba por generar indiferencia. El gran obstáculo que Branagh no logra sortear es el de lograr entretener y mantener al público atento aún cuando su personaje no está enfundado en su traje. Esto es algo que sí pudo hacer Jon Favreau al llevar adelante las dos Iron Man, contando también con un protagonista con el carisma suficiente como para cargarse la película al hombro. Este nuevo producto de Marvel tiene un buen comienzo, con la guerra de los dos mundos, y un buen final, ninguno de los cuales tiene lugar en la Tierra. En este planeta el Dios nórdico es un simple mortal, y en esa forma es un ser poco interesante. Sacando alguna secuencia de combate, aquí es donde tiene lugar un largo desarrollo en el que la historia se ameseta, y deja la molesta sensación de que en verdad no ha pasado nada y que, para eso, habrá que esperar al próximo año.