Mitología nórdica para la cultura pop
El mayor mérito de Kenneth Branagh con Thor es que nos creamos el mundo que nos propone la película (está bien: cuenta con algo de ayuda si el espectador vio las recientes producciones de Marvel). Es decir, Thor es un dios nórdico, que difícilmente aquel no familiarizado con el cómic lo imagine lleno de colores, con acento australiano y bien pulcro. Branagh logró evitar que quede ridículo y kitsch, aunque tampoco lo transformó en un drama demasiado serio.
Algunos dirán que esta nueva versión de Thor es como un drama de Shakespeare. La verdad es que es una definición vaga porque, en primer lugar, la mayoría de los dramas en mayor o menos medida (de manera consciente/inconsciente) están inspirados en la obra de Shakespeare. En segundo lugar, que exista la tragedia en las relaciones familiares (en este caso, celos entre hermanos por el amor del padre) tampoco significa que sea shakepereano. De todos modos no es del todo equivocado decirlo porque, más allá que el director sea el mismo de Enrique V y La flauta mágica, sí hay cierta tendencia a la desmesura teatral (en esos desesperados y furiosos gritos entre Thor y Odín).
Anthony Hokins es Odín, el padre de Thor (Chris Hemsworth) y Loki (Tom Hiddleston). El hijo mayor, el dueño del clásico martillo mjöllnir, es quien pronto deberá ocupar el lugar del padre, como rey de Asgard, que recuerda demasiado a la ciudad Esmeralda de El mago de Oz (con un puente de arcoiris, para no ser menos que el camino del ladrillo amarillo). Claro, en línea con los otros superhéroes de Marvel (siendo Iron Man, el que comenzó el fenómeno, el principal referente) Thor es un joven un poco irrespetuoso. No respeta demasiado el protocolo. Pero eso no es lo más terrible: su ánimo belicoso quizás lleve a una guerra contra los gigantes de hielo, unas criaturas CGI que cuanto menos se mueven, más creíble resultan. Lástima que se muevan tanto. Loki, en cambio, parece ser el más prudente, pero esconde un extraño y oscuro pasado (y no estoy adelantando nada para nadie: la historia fuera o dentro de la película es la misma).
Las secuencias de acción están bien, a pesar de que bueno, uno no puede dejar de imaginarse a los pobres actores luchando contra nada. Cuando no son los falsos gigantes de hielo, es The Destroyer, esa armadura enorme animada por Odín (o mejor dicho, por los encargados de los efectos visuales) cuyo rayo mortal emana un sonido insoportable. Si hay otra crítica para el director de Mucho ruido y pocas nueces, es eso mismo: el volumen (no estoy hablando ni de la música ni los efectos sonoros) tiene niveles, por momentos, ensordecedores. No es que me guste escuchar las películas con bajo volumen (al contrario: cuanto más grande la pantalla y mejor la calidad de sonido, más cerca estamos de experimentar una película) pero acá funciona más como una distracción, como para darle una espectacularidad a la película que de otra manera no tendría.
Todo parece hecho casi a las apuradas, como si fuera una entrega inmediata para solaparse con el estreno de Capitán América, y en un año reunirlos a todos para Los Vengadores. Se nota que hay talento en la película: sin ir más lejos, tiene el lujo de tener a Anthony Hopkins como Odín y a Natalie Portman como Jane, la científica que, adivinaron, será la chica del dios. Pero su rol es el ejemplo del síntoma de toda la película, ella logra lucirse con el poco tiempo en pantalla, pero no se puede profundizar demasiado en la relación amorosa. Sin dar muchos datos, ella debería ser la que provoque el cambio en el héroe. Sin embargo eso se da de una manera tan abrupta que corre el riesgo de ser insulsa, un agregado obligatorio. O pensemos en el resto de los compañeros divinos de Thor: apenas se insinúa, muy por encima, algún tipo de atracción entre la diosa Sif y Thor (que en la mitología es su esposa). La dirección de actores es buena: aún a las apuradas sus personajes no son meros estereotipos (bueno, no todos) y el caso más llamativo es el de Jeremy Reener (The hurt locker), como Hawkeye, otro superhéroe por venir.
Por suerte, Hemsworth es un tipo carismático. No es un gran actor, pero está allí y cae simpáticos en los breves y modestos toques de comedia que se le encargan. Nada mal. Habrá que ver que nos deparan las secuelas (al momento de escribir estas líneas se confirmó la primera) y el rejunte de héroes en Los Vengadores. Con Thor las cosas están bien hechas. No quiero hacer una crítica como si estuviera aprobando algún producto: es entretenida, por momentos tiene vuelo (con aquel guardián celestial y esa cúpula-balística interplanetaria) pero ahí se queda. No olvide, querido lector, que hay más en el cielo y en la tierra que todas con las que Hollywood pueda soñar.