La saga de Thor regresa con una cuarta entrega (segunda consecutiva dirigida por Waititi) que, más allá del despliegue visual propio de un tanque de 250 millones de dólares de presupuesto y alguna cuestión trágica, apuesta casi siempre por un tono de ligera comedia de enredos y espíritu autoparódico.
Tras un arranque bastante más solemne y con ínfulas “shakespeareanas” con Thor (2011), de Kenneth Branagh, la saga dedicada al dios del Trueno proveniente de Asgard fue mutando hacia la comedia autoparódica primero con Thor: Un mundo oscuro (2013), de Alan Taylor; y en especial con Thor: Ragnarok (2017), de Taika Waititi. La tendencia se consolida de forma definitiva con Thor: Amor y trueno, secuela que repite a Waititi como director y ahora también como uno de los dos guionistas.
Luego de un prólogo en el que vemos la conversión del mortificado Gorr (Christian Bale) en villano vengador (“El carnicero de dioses”, lo definen) tras la muerte de su hija por inanición en pleno desierto, empieza la película con Thor convertido en el eje de una comedia de enredos que apuesta por la exageración, el humor físico y bromas no demasiado elaboradas pero que el carisma de Chris Hemsworth logra sostener y hacer casi siempre eficaces.
Por supuesto, desde los primeros minutos sabemos que habrá un elemento (melo)dramático porque la científica Jane Foster de Natalie Portman sufre de un cáncer terminal, pero eso no impide que ella se convierta en el campo de batalla en una versión femenina de Thor y que el espíritu lúdico, por momentos infantil, y de humor zumbón se mantenga durante las dos horas de relato.
La primera parte de Thor: Amor y trueno es decididamente graciosa y tira “toda la carne al asador”: desde la presencia de todos los Guardianes de la Galaxia hasta cameos en el marco de una representación satírica de los personajes de la saga con Matt Damon como Loki, Luke Hemsworth como Thor, Sam Neill como Odin y la aparición de Melissa McCarthy como Hela; además de la posterior presencia de Russell Crowe como un Zeus panzón y decadente.
Sin embargo, poco a poco el disfrute se va difuminando y en la segunda mitad, Thor: Amor y trueno -musicalizada sobre todo con grandes éxitos de Guns N’ Roses como Welcome to the Jungle, Paradise City, November Rain y Sweet Child O’ Mine- se contenta con una historia de duelos y romances con un trasfondo de sentimientos de culpa y redenciones bastante genérica y convencional. El resultado no deja de ser simpático y por momentos convincente, pero la sensación es de un retroceso respecto de la cima (de la saga) conseguida por el propio Waititi en Thor: Ragnarok. Lo cierto es que -aun sin incidir demasiado en el destino del MCU- y tras las dos escenas post-créditos de rigor, un cartel indica lo que ya todos sabíamos: “Thor regresará”.