¿Novedades? Pocas en el sentido estético del término: esta cuarta película del superhéroe dios nórdico sigue el camino de sitcom vertiginosa de Thor:Ragnarok, la anterior intervención del comediógrafo Taika Waititi en el campo de los superhéroes. Por lo tanto, van a divertirse mucho y reírse mucho, y van a notar que el despliegue gigantesco de efectos especiales tiende más al absurdo y a jugar con la pose heroica de las historietas que a asombrarnos (aunque también asombre). Porque en última instancia, la película trata (como Dr. Strange en el Multiverso de la Locura) sobre la pérdida. En este caso, Thor, interpretado con muchísimo humor por Chris Hemsworth, de la pérdida de sentido: ¿qué hace que Thor sea Thor? ¿Qué hace que un superhéroe sea un superhéroe? Y para el villano -un gran Christian Bale divirtiéndose- con aliento trágico, es parecido: ¿qué sentido tiene que haya super tipos si las cosas malas van a pasar igual, si incluso los super tipos pueden ser “malos”? De hecho, el humor de la película es un vehículo para preguntarse por qué nos cautivan estos cuentos llenos de ruido y furia, o de amor y trueno. Hay amor también y la relación entre Natalie Portman y Tessa Thompson hace más por el feminismo y la igualdad entre los géneros que mucha declamación a reglamento. En medio del caos, una película para disfrutar como un chico, y la falta que hace.