Ha pasado casi una década desde que Chris Hemsworth se puso por primera vez en la piel del mitológico Thor, y en ese paso del tiempo, de maduración, y de evolución del MCU, el maridaje con Taika Waititi le ha permitido, hoy por hoy, potenciar una saga que se vale del humor para reírse de sí misma.
Basta de películas de superhéroes dramáticas, intensas, densas, oscuras, y bienvenido el desparpajo y locura con la que Thor: Amor y Trueno termina por consolidar su propuesta. Como si el guion por sí solo se hubiese tomado cantidades industriales de LSD, la psicodelia y el rock and roll se apoderan de esta película en la que se revalida la firma de Waititi para consolidar su propuesta.
Hemsworth encarna una vez más, y cada vez mejor, a este blondo personaje que se vale de su poderoso martillo, y que tras los sucesos de Avengers Endgame lo han puesto en una posición muy complicada en cuanto a sus vínculos y, particularmente, su bella ex mujer (Natalie Portman).
Llanto, subidón de peso para él, poderes y misticismo para ella, incorporándose como una nueva Thor que, tras el autoexilio del hombre, asumirá la tarea de defender al mundo de la siniestra llegada de un nuevo villano (Gorr) que desea convertirse en el nuevo amo de todo.
Y en el reencuentro de ambos, esa pareja que se saca chispas, pero también lágrimas, comienza una travesía y lucha por reestablecer el orden, y, quién sabe, ese amor.
Thor; Amor y Trueno es una verdadera fiesta en la que se homenajea a la cultura pop más bizarra, pero también la más elevada, y con directas referencias a propuestas como Flash Gordon, que, terminaron de pegar la vuelta y convertirse en objetos de culto.
Apoyándose en una gran banda sonora que elige a clásicos del rock de Guns N’ Roses, entre otros, y un elenco secundario en el que se destaca un Russel Crowe con bucles a lo Shirley Temple, y dos cabras gritonas, Thor Amor y Trueno es la película que necesitábamos y no lo sabíamos hasta ahora.