Comedia ligera de la saga, otro tanque de Marvel
Tras la solemne Thor (2011), fallido intento de Kenneth Branagh por mezclar el espíritu de Shakespeare con el universo de superhéroes; y Thor: Un mundo oscuro (2013), del impersonal Alan Taylor, esta tercera entrega de la saga protagonizada por el dios del trueno, personaje tomado de la mitología nórdica, resulta -en la comparación y por sus indudables hallazgos- una notable evolución. No es que Ragnarock sea una obra maestra (incluso reitera ciertos lugares comunes de la franquicia), pero estamos ante una comedia de acción ligera y entretenida.
Aunque no es la primera vez que Marvel apuesta por la comedia (el Iron Man de Robert Downey Jr. y la saga de Guardianes de la Galaxia son ejemplos previos), el mérito del talentoso director neozelandés Taika Waititi (el mismo del falso documental Casa vampiro) es el modo en que acentúa y potencia el espíritu lúdico -por momentos incluso autoparódico- para que el disfrute pase más por el humor que por la espectacularidad de la acción, el festival de efectos visuales generados por computadora o la complejidad de la trama.
En el inicio del film, Thor vuelve a Asgard y descubre que su hermano adoptivo Loki (Tom Hiddleston) está vivo. Pero el lugar del villano no será esta vez suyo sino de la medio hermana Hela (Cate Blanchett), diosa de la muerte y heredera al trono del padre Odin (Anthony Hopkins). Ni Blanchett ni Hiddleston (ni tampoco el Doctor Strange de Benedict Cumberbatch ni el Heimdall de Idris Elba) están demasiado aprovechados, pero como compensación aparecen el Bruce Banner de Mark Ruffalo (excelente la pelea de su Hulk con Thor), los aportes hilarantes de Tessa Thompson como la rebelde guerrera Valquiria y de un grandilocuente Jeff Goldblum como el Gran Maestro, y, claro, la simpatía que aporta el cada día más eficaz galán Chris Hemsworth en el papel protagónico.
El resto es más o menos lo de siempre (que no es para nada despreciable): desde los cameos (el mítico Stan Lee, la Viuda Negra de Scarlett Johansson) hasta largas secuencias de lucha contra gigantescas criaturas fantásticas con música rock de fondo, pasando por las infaltables escenas adicionales ubicadas en la mitad y al final de los créditos de cierre. Marvel no defrauda a sus fans.