Thor: Ragnarok

Crítica de Jessica Blady - Malditos Nerds - Vorterix

¡POR ODÍN!

El Dios del Trueno vuelve más divertido que nunca, gracias a un director que sabe dejar su sello.
De todos los héroes del universo cinemático de Marvel, el Dios del Trueno venía siendo el más maltratado cinematográficamente. Ni Kenneth Branagh con “Thor” (2011), ni Alan Taylor con “Thor: Un Mundo Oscuro” (Thor: The Dark World, 2013) lograron que el público se enamorara del personaje como ocurrió con sus otros compañeros de equipo; y ni hablar que sus aventuras en solitario son de lo más soporífero del conjunto.

Kevin Feige –amo y señor de Marvel Studios- encontró la solución a este problema dejando que un director menos convencional se hiciera cargo del asunto y plasmara su visión sin tantas concesiones como ya lo hicieron James Gunn y sus “Guardianes de la Galaxia” o Scott Derrickson con “Doctor Strange”. El elegido es el neozelandés Taika Waititi, todo un personaje en sí mismo responsable de “What We Do in the Shadows” (2014) y “Hunt for the Wilderpeople” (2016), que acá hace su debut en el cine pochoclero y las grandes superproducciones sin intimidarse en lo más mínimo.

El realizador y actor (no olvidemos que apareció en “Green Lantern”) supo encontrarle la vuelta al personaje explotando la vena más humorista de Chris Hemsworth, en vez del drama familiar shakesperiano de aquella primera entrega. Sí, “Thor: Ragnarok” (2017) se acerca muchísimo a la estética y el ritmo de “Guardianes de la Galaxia”, pero lo lleva todo al extremo y se anima al absurdo, aunque no escapa de la fórmula superheroica tan establecida por el MCU.

Olvídense del impacto de los villanos, Marvel siempre se la juega por sus héroes, y a pesar de que la Hela de Cate Blanchett está a la altura de una buena historia, sus actos y motivaciones se quedan un poco cortos en el conjunto. “Thor: Ragnarok” es, en esencia, una aventura de redención para todos estos personajes que deben encontrar su verdadero lugar en el mundo. Claro que ese lugar es Asgard, pero ahora está amenazado por el Ragnarök, básicamente “el fin del mundo”.

Waititi no pierde su tiempo explicándonos donde anduvo metido Thor durante estos años de ausencia, al menos desde “Avengers: Era de Ultrón” (Avengers: Age of Ultron, 2015), y arranca la acción con nuestro dios encarcelado en algún lugar del universo. Su captor es el demonio Sutrur, villano encomendado para cumplir la profecía de la destrucción, pero también un boca floja que lo pone al tanto de la desaparición de Odín que dejó vulnerable a Asgard.

Thor logra zafar de este lío y vuelve al hogar para desenmascarar a su (medio)hermano Loki (Tom Hiddleston) que, obviamente, usurpó el trono de papá. Las cosas se descontrolan –con la innecesaria aparición de Stephen Strange (Benedict Cumberbatch), incluido- y Odín (Anthony Hopkins) ya va rumbo al Valhalla sin poder evitar la liberación de Hela, Diosa de la Muerte.

No vamos a andar revelando todos los quilombos familiares de esta historia, pero Hela logra aumentar su poder gracias a la energía de Asgard y toma enseguida el control, mandando a los hermanos a la otra punta de la galaxia. Para Thor significa Saakar, planeta liderado por Grandmaster (Jeff Goldblum), un simpático tirano que gusta del sangriento enfrentamiento entre gladiadores, y tiene al mejor campeón bajo la manga.

El reencuentro entre Thor y Hulk (Mark Ruffalo), la presentación de Valkyrie (Tessa Thompson), las intervenciones de Korg (Waititi), todo funciona a la perfección y corta la oscuridad y la solemnidad de las entregas anteriores dándonos a entender que esta es una aventura muy diferente, (re)cargada de humor y súper acción, aunque por momentos se olvida de la historia y se vuelve excesiva.

“Thor: Ragnarok” es, incluso, más divertida que “Guardianes de la Galaxia”, pero por momentos se pierde entre tanto entretenimiento y efectos especiales (algo que no puede evitar, lo sabemos), y se olvida de la trama y una antagonista que espera sentada en Asgard ese tercer acto y un enfrentamiento que tardan bastante en llegar; pero cuando lo hacen reafirman esta noción de destacar al héroe por encima de todas las cosas, poniendo un poco en ridículo tanta villanía.

Es la fórmula de Marvel, y funciona, acá más que nunca adornada por una banda sonora electrónica que no abusa de las canciones ni la nostalgia, sino que impregna todo de una extraña modernidad. Waititi se rodea de un elenco que trabaja como mecanismo de reloj, y se agradece la frescura de estos nuevos/viejos personajes que hasta ahora no habían tenido tanto lugar para brillar entre los conflictos del Capi y Tony Stark.

Pero no hay que dejarse engañar por los espejitos de colores y los chistes a buen tiempo; y aunque “Thor: Ragnarok” es una de las mejores apuestas del MCU, no puede evitar cierto descuido en el conjunto de su trama y una narración que prefiere la diversión antes de dedicarle más minutos al desenlace de los conflictos. Como buena comedia, le escapa al drama, pero esta falta de equilibrio es lo que trastabilla al final, restándole un poquito de puntos.

A pesar de las pequeñas fallas, queremos más de Taika en este (y en cualquier) universo, aplaudimos el desenfrenado humor de Chris Hemsworth, esperamos más personajes femeninos patea traseros (con Valkyrie y Hela nos quedamos cortos), y esa química no forzada entre protagonistas. Thor consiguió la película que merecía, aunque perdió un Mjolnir en el proceso.