Probablemente no le suene el nombre del realizador neocelandés Taika Waititi. Sin embargo, es bien conocido en el circuito independiente por varias películas notables, comedias todas que se ríen de la cultura pop y se han vuelto icónicas. Algo más interesante en este caso es que a Waititi no parece importarle demasiado la historia sino cómo reírse no “de” sino “con” lo que está narrando. Aquí aplica el criterio al universo Marvel, que nunca ha sido demasiado solemne (salvo en un par de ocasiones, la comedia abunda en estas películas de superhéroes, y es muy probable que esa sea la clave del éxito), y logra una antología de momentos cómicos notables. Lo que menos importa es la parte épica, por supuesto, aunque está y divierte a su modo. En cambio, Blanchett haciendo de hipervillana (la Muerte misma) o Jeff Goldblum en estado de gracia, aportan algo nuevo, un segundo grado paródico que no deja de ser interesante. Ahora bien, más allá de un diseño bien comiquero, hay algo que no termina de funcionar del todo: la duración. El juego y la diversión se untan como manteca en una tostada demasiado larga, porque interviene el negocio y todo tiene que ser hipergrande. Waititi se ríe de la gigantografía espacial, pero cede al marketing en la del tiempo. Y eso, en muchos casos, disuelve el efecto. De todos modos, hay algo de ligereza en esta película que se agradece y la pone aparte de lo que vemos cada jueves.