El neocelandés Taika Waititi, detrás de un proyecto Marvell-Disney, estuvo a cargo de la tercera película dedicada al superhéroe del martillo. Una ecuación que promete. El hombre viene de hacer la desopilante What we do in the shadows, aquella del documentalista que registra la vida cotidiana de una casa en la que conviven vampiros. Y la estupenda Hunt for the wilderpeople, con el gran Sam Neill, en la que demostraba que podía contar una historia en el borde entre el drama y el humor, y hasta, con sutileza, borronear los límites del realismo. Por su parte, Thor-hijo de Odín, hermano del resbaloso Loki, es acaso el menos gracioso de los vengadores, el más solemne. En su último episodio, The Dark World, los chistes no conseguían inyectar frescura en su magnificada lucha contra el Mal.
Watiti filmó en Australia y con algunos actores "propios" (Rachel House, Sam Neill), sobre guión ajeno. En su nueva aventura, que estrena hoy, Thor está preso y sin martillo, pero pronto tendrá que ponerse al frente del salvataje de la gente de su planeta, amenazada por el Ragnarok, la destrucción total provocada por su poderosa y malísima hermana, Hela (Cate Blanchett, extraordinaria). También Loki anda por ahí, terminando de dibujar el culebrón familiar que late al mismo ritmo que la aventura galáctica. En su viaje, Thor cae en un lugar dominado por The Grandmaster (Jeff Goldblum, divertidísimo), que se entretiene con su circo de gladiadores, y ahí no conviene contar más.
Ayudado por una valkiria alcohólica y un grupo de presos mutantes, Thor avanzará hacia el enfrentamiento con Hela, que lleva una cornamenta en plan maléfica y carece de piedad.
Waititi, y su estupendo elenco, entregan gags y humor deadpan al por mayor, en una coctelera chispeante de cultura pop y referencias al propio universo. Chistes destinados a reírse de todo el disparate junto y de cada tipo de personaje separado. Hay grandes, desopilantes momentos en este Thor, que confirma, valga la redundancia, lo buena idea que es convocar a cineastas con ideas, para entregarles proyectos millonarios como este: los Russo, James Gunn, John Watts.
Waititi hace su cine, ahora con gran presupuesto: su historia se cuenta con un ritmo y una frescura tales que uno no puede sacarle los ojos de encima: lo está pasando demasiado bien. Y sus actores transpiran tanta humanidad y tienen tan buena química, que se olvida el hecho de que estamos frente a un tanque de marketing y fx. La espectacularidad al servicio de la historia.
El humor funciona como blindaje: no deja lugar al síndrome de agotamiento por exceso de efectos especiales y Grandes Batallas Finales que amenaza con acabar con el interés por las pelis de superhéroes. Si el subgénero tiene sobrevida, debe ser por acá, por este camino entre el vintage y la bajada a tierra -ejem- de personajes que nos interesen más allá del gran espectáculo. Y con Led Zeppelin al palo.