Thor: Ragnarok

Crítica de Mex Faliero - Fancinema

THOR RAGNAROK, UNA COMEDIA DE MARVEL

Si bien el humor estuvo presente desde la originaria Iron Man, recién desde hace un tiempo a esta parte los ejecutivos de Marvel se dieron cuenta que la comedia es la superficie por donde estas historias entre fantásticas y absurdas se mueven mejor: ahí están para demostrarlo las divertidas Guardianes de la galaxia y la mayúscula Ant-Man (una película pensada por comediantes). O mejor dicho, luego de que la obra maestra Logan le pusiera este año un límite al género (parece ya imposible pensar desde un lugar adulto las historias de superhéroes después de las película de James Mangold) no hay nada mejor que la comedia para reflexionar sobre estos universos y tomárselos en joda. Thor: Ragnarok es un ejemplo enorme en ese sentido, una película que abandona cualquier atisbo de solemnidad y se divierte a la vez que divierte con una historia que piensa el lugar social del superhéroe y los vínculos entre hermanos, padres e hijos, desde el humor, la ligereza y un diseño sonoro y visual impecable, con un colorinche que recuerda texturas lisérgicas y música de Led Zeppelin a todo volumen.

La experiencia de Thor: Ragnarok es festiva. Y todo es así desde el mismísimo arranque, con una situación que descomprime enseguida lo que habitualmente en estas películas, si no se las toma demasiado en serio (y uno no es un militante de los cómics), es puro tedio: Thor está preso de uno de esos villanos gigantes y a puro CGI. El héroe se balancea en una cadena, que por inercia gira y motiva que cada tanto le dé la espalda al villano. El diálogo se corta repetidamente, y la pesadez del discurso del “voy a terminar con tu mundo” se vuelve ridícula, como siempre lo es pero aquí hay una decisión deliberada por mostrarlo de esa forma. Y no hay que confundir el humor de Thor: Ragnarok como una falta de respeto al material original (como lo piensan los fanáticos), sino como una forma de seducirnos e involucrarnos desde otro lugar con este tipo de historias. Porque, la verdad, queremos mucho más a Thor, Hulk y el resto de los muchachos cuando nos hacen reír y nos divertimos con ellos.

Uno de los nombres clave aquí es Taika Waititi, director neozelandés experimentado en comedia que demuestra un enorme conocimiento del género, de las formas y los mecanismos para llegar a la risa, y de cómo la plasticidad y virtualidad de los efectos especiales es una herramienta más para el humor. De esa plasticidad, que es la misma del dibujo animado, parten varios de los mejores chistes de Thor: Ragnarok -incluso de la puesta en escena y la profundidad de campo-: hay velocidad, ritmo, vértigo y la invención de criaturas geniales como el Korg al que el propio director le presta la voz. Si pensamos en Guardianes de la galaxia, lo de Waititi es un paso más allá de lo que hace James Gunn. Porque si aquel apuesta también a la comedia, lo hace sobre la base de una mirada nostálgica al pasado y de una recurrencia a la cultura pop como mixtura de estilos y recursos. Thor: Ragnarok es simplemente una comedia, y no decimos “simplemente” como nada más que eso, sino como “por suerte una película que no se preocupa en otra cosa más que en hacer reír desprejuiciadamente”.

El otro nombre clave es, claro que sí, Chris Hemsworth. El actor australiano ha demostrado desde aquella lejana (y aburrida) Thor, que era mucho más que una cara bonita. Es un actor terriblemente carismático y de una capacidad para hacer reír envidiable, además de una proverbial inteligencia para reírse de sí mismo, de su estatus de estrella y de galán. Todo esto lo ha demostrado en sus intervenciones en Vacaciones o en Cazafantasmas, y desde Los Vengadores ha tenido la libertad para explotar por los aires la potencialidad cómica del personaje. Lo ha hecho tanto en las películas como en videos filtrados en Internet donde ha potenciado el carácter paródico del mítico dios. Indudablemente esta Thor: Ragnarok es su película, la que incorpora su talento para la comicidad y su apuesta por el espíritu más lúdico y aventurero, un poco en la senda de aquella Flash Gordon ochentera aunque sin su ridiculez inconsciente. Recordar la pesadez shakespereana del Thor de Kenneth Branagh y contrastarlo con esta película-juguete es injusto, evidentemente son diseños diferentes y libertades que hoy Marvel se puede tomar luego de construir un universo fílmico que va tomando autonomía respecto de los cómics.

Por último, celebrar la apuesta de Marvel. No es que Thor: Ragnarok no contenga esos innecesario inserts para congraciarse con los fans y plantar rastros de todas las películas de su gigantesco universo, pero lo cierto es que cada film parece ir teniendo más libertad, preocupándose menos en encastrar sus piezas en un plan mayor. Marvel se anima a ridiculizar su universo desde adentro, apostando a una película que convierte en gracioso lo que mayormente es solemne y aburrido. La compañía ha sentado sus bases de manera tan sólida dentro del mundo del cine de entretenimiento mainstream, que se permite no sólo crear las reglas sino también romperlas todas las veces que quiera. Construir una película que incluso puede ofender a sus fans (he leído algunas críticas realmente delirantes sobre cómo este film es una falta de respeto) es un gesto de una herejía absoluta. Como hacer una comedia en el contexto de una generación que se toma demasiado en serio a sí misma. Thor: Ragnarok es una comedia, orgullosamente una comedia, sin renunciar nunca a la risa hasta sus últimos minutos en los que explícitamente destruye los cimientos de su universo. Porque esta tercera entrega de Thor es el Ragnarok de una forma de entretenimiento solemne y pretensiosa.