Un dios que cobra fuerza y se afirma en la pantalla
Thor, uno de los héroes de Marvel, heredero del trono de Odín en el reino de Asgard y compañero de Ironman, Hulk y el Capitán América en el grupo de Los Vengadores, había comenzado su tránsito solista por el cine con paso cambiado.
La película realizada en 2011 con dirección de Kenneth Branagh --ahora sólo productor-- y Joss Whedon, y con el mismo elenco de base, no alcanzó los efectos que produjeran las dedicadas a otros personajes del grupo.
De aquellas, y de su segundo episodio que firma Alan Taylor, distaba en fuerza y complejidad dramática.
Los cambios no son ni casuales ni descuidados, y más allá de los gustos, tienen por objeto que Thor ponga pie firme entre las sagas dedicadas a los superhéroes.
Taylor, con amplia experiencia televisiva en series como Lost, Los sopranos, Sex and the City, Six feet under, Mad men o Juego de Tronos, entre varias más, trabajó sobre el guión colectivo con énfasis en las encrucijadas del hijo de un Dios llamado a ser rey en un universo que lo aleja de la Tierra.
Nuestro mundo no era su destino, pero a partir de que su padre lo castigó descendiéndolo con los humanos, aquí encontró el amor y una razón de ser, defender a los débiles seres humanos de las consecuencias de las luchas del bien contra el mal.
En esta segunda entrega y luego de haberse redimido de sus "travesuras" y recobrado la confianza de su padre --sucedió en la primera-- Thor lucha por recuperar la paz en los Nueve Reinos, mientras Loki, su hermano y uno de los villanos de la historia, purga su traición en los calabozos del castillo.
Entonces una nueva amenaza aparece: la de un objeto mágico ancestral y previo al nacimiento del mismo universo; una fuerza fluida y cambiante que el elfo Malekith intentará liberar una vez más para sumir a dioses y humanos en la oscuridad.
Y estos se defenderán y procurarán restablecer el orden: los humanos, desde lo científico, los dioses, desde lo mágico, pero siempre en colaboración.
Thor 2 no es de las mejores películas inspiradas en el mundo Marvel, pero es de destacar el intento por afianzarse.
Heinsworth logra, bajo la dirección de Taylor, un compromiso mayor con las contradicciones de su personaje, y una relación más fluida con las que, por caso, Anthony Hopkins hace de Odín, o Tom Hiddleston de un Loki que logra una película propia en sus apariciones. El resto del elenco defiende bien lo suyo y se pliega con corrección a un guión que procura momentos de humor, en ocasiones pueril pero no por ello menos efectivo. En este sentido hay momentos de complicidad con los "marvelianos".
Aunque la dirección de arte merece un aplauso, los efectos que se aplican a la acción sobre esos escenarios dejan bastante que desear.
Disfrutarán de esta película quienes no se pongan en exigentes, y estos otros tendrán de qué hablar.
Un aviso: ¡no abandonar apenas comienzan los créditos que hay más.