Un desborde de fantasía e imaginación
El nuevo film de la saga individual del Dios del trueno llega a las salas argentinas, precedido de un exitoso antecesor como lo fue Avengers y una poco brillante primera entrega en manos del director Kenneth Branagh.
El desafío que encaraba esta secuela no era simple, Thor en pantalla terminó siendo uno de los miembros más deslucidos de Avengers: Ironman es puro carisma, Hulk bipolaridad casi animal, Capitán América un hombre desfasado en el tiempo, Viuda negra, sensualidad letal y Ojo de Halcón la letal precisión.
¿Dónde quedaba situada en este marco la versión cinematográfica del Thor personificado por Chris Hemsworth? Apenas, un Dios platinado con un martillo en su mano. Peor aún, lo aquejaba la pesadilla más temida, su enemigo Loki -encarnado magistralmente por Tom Hiddleston- quien contaba con una composición tan cuidada y perfecta que generaba más empatía que la del personaje principal. Cada momento en que Hiddleston irrumpía en escena la iluminaba con su sarcasmo, su frialdad y sus sutiles toques de humor, perfectamente dosificados, opacando claramente a su hermano adoptado, como lo revela en Avengers. Por lo cual, el mayor reto para esta segunda entrega era dotar a la interpretación de Hemsworth del carisma necesario o bien compensar su ausencia con una contundencia argumental que no cayera enteramente sobre sus anchas espaldas.
El director del film Alan Taylor (ya familiarizado con las intrigas palaciegas por su participación en Games Of Thrones) optó por la última opción brindándonos así un producto con un relato más descentralizado en el protagonismo, plagado de matices y actuaciones logradas. El relato de Alan Taylor nos brinda una introducción que nos permite mensurar la amenaza que se cierne en esta nueva entrega de la saga del blondo héroe. Hace muchos años, la maléfica raza de los Elfos Oscuros trató de dominar el universo a través de la utilización de una fuerza llamada “aether”. Esta fuerza es preexistente incluso a los Nueve Reinos y posee un nivel de destrucción inconmensurable en caso de caer en las manos equivocadas. Sin embargo, el ataque fue sofocado y la fuerza aprisionada con la esperanza fútil de que no vuelva a manifestarse.
Los años pasan y en la actualidad se produce un evento cósmico que sólo se da cada quinientos años, la convergencia, donde simultáneamente los Nueve reinos se alinean y este será el tiempo de la venganza de Malekith (Christopher Eccleston), quien tratará de terminar aquella inconclusa revuelta y sumir a los Nueve Reinos en la oscuridad absoluta. Jane Foster (Natalie Portman) es absorbida por uno de estos portales y termina frente a frente con la poderosa fuerza del aether, aspecto que afecta su salud.
Mientras tanto, es Asgard Heimdall (el genial Idris Elba) quien tiene la posibilidad de ver a todos los seres del universo y así le informa a Thor que no puede contactarse con Jane y que teme por su bienestar. El Dios del Trueno se reencuentra con ella y la transporta a su reino para que sea tratada por su extraño mal.
Así se irán abriendo infinidad de subtramas para las delicias de todos los seguidores del universo Marvel donde deberán convivir con solidez las intrigas palaciegas, las aspiraciones al trono, el romance, la venganza, los códigos éticos, las peleas épicas y los universos paralelos.
Combinar tantos elementos con un moderado uso del artificio digital y lograr brindar contundencia a un relato plagado de grandísimos personajes interpretados por excelentes actores es sin lugar a dudas una tarea tan titánica como pacificar Nueve Reinos a la vez.
Y Alan Taylor apela a su mayor don, el de dosificación. Cada personaje es delimitado con detalle pero sin exceso, cada actuación es marcada para que tenga un aspecto convincente pero a la vez desestructurado. La fluidez del relato del comic se hace presente, lo que tal vez marca una diferencia notable con el enfoque más circunspecto que tuviera la entrega a cargo de Kenneth Branagh.
Los toques de humor están presentes como en las más interesantes entregas de Marvel (sin llegar al nivel Ironman, pues aquí no estamos en presencia de Robert Downey Jr tampoco) y así veremos a la deidad vikinga inmersa en situaciones cotidianas newyorkinas de lo más delirantes.
Párrafo aparte merece la personificación de Loki a cargo de Tom Hiddleston que ya ha generado un nuevo paradigma de villano que, junto a Walter White en materia de series, nos llevan a repensar si aún el publico desea consumir los estereotipos de “ héroe – antihéroe ” tal cual fueran concebidos por la industria. Su encarnación del hermano adoptivo de Thor es tan compleja como fascinante y nos permite disfrutar de su ácido humor y su carisma de forma tal que sus actos malvados casi se nos vuelvan aceptables o simpáticos. Algo así como una tarantinización del mal, una mirada empática de lo que se supone socialmente reprochable.
Thor: Un mundo oscuro es tremendamente superior a la primera entrega y maneja el ritmo y los tempos que la saga de Marvel requiere para una efectiva llegada a un público que es ávido consumidor de un universo maravilloso y plagado de matices.
Dato de importancia superlativa: el film cuenta con dos escenas post créditos por lo que no se muevan de su butaca hasta que aparezca la última de ellas, ambas lo dejarán deseando que la tercera entrega de la saga llegue pronto.