El gran problema de Thor (2011) residía en el haber sido hecha como una previa obligada a The Avengers. Hulk e Iron Man habían tenido películas independientes del futuro ensamble, con la posibilidad explícita en los créditos de que un encuentro entre ambos podía darse, pero sin depender permanentemente de mostrar el premio que aguardaba al final del arcoíris. Un vehículo para que Kenneth Branagh volviera a abordar sus intereses shakesperianos, suponía un paso en falso para una Marvel que necesitaba de un film individual para presentar al cuarto Vengador, al futuro villano de turno e incluso a Hawkeye en un cameo. Thor: The Dark World, por su lado, tiene un fuerte vínculo con el resto del Universo Cinematográfico que la compañía ha dispuesto –hay una escena que no solo la conecta con la Fase 2, sino que presenta un McGuffin para la Fase 3-, no obstante no se apoya en ello en forma constante y esa posibilidad de un desarrollo propio es lo que la lleva a ser una mejor producción que la original.
Esto no implica de ninguna forma que esta secuela dirigida por Alan Taylor (Game of Thrones) no tenga problemas, los tiene y son importantes, pero la película tiene fuerza y se permite avanzar, antes que nada como una corrección de las dificultades de la primera. De movida ya se nota un mejor balance entre lo que es la comedia y la acción, sin necesidad del recurso a lo payasesco de que el Dios del Trueno no se adapta a las costumbres terrestres. Es innegable el talento de Tom Hiddleston como actor –quienquiera que lo haya visto bailar, sabe que es un showman con todas las letras- y vuelve a superarse como el carismático villano Loki, capaz de tocar las mejores notas del film en lo que se refiere a humor y drama. Sí, Kat Dennings tiene más presencia de la que debería como un comic-relief permanente y las secuelas de The Avengers hicieron estragos con el doctor Selvig de Stellan Skarsgård, pero el film ha logrado imbuirse de la gracia que caracteriza a las producciones de Marvel y fue capaz de encontrar el tono adecuado.
El guión de Christopher Markus y Stephen McFeely –la dupla de Captain America: The Winter Soldier- junto a Christopher Yost –de muchas series animadas de la compañía- demuestra un serio inconveniente a la hora de tratar a sus personajes, algo que Taylor tampoco atisba a corregir desde la dirección. Se trata de una dificultad propia de una carrera mayormente televisiva, que permite el desarrollo de estos a lo largo de distintos episodios. Por fuera de Thor, Loki, Odín y Jane Foster, es difícil interesarse por la suerte de alguno de los otros que aparecen en pantalla. Fandral, Volstagg y Hogun no tienen oportunidad de brillar cuando corresponde –el combate del comienzo, por ejemplo- y solo son un relleno hecho con caras conocidas con una ocasional participación, algo similar a lo que ocurre con Lady Sif, cuyo intento de interés romántico para el protagonista queda solo en eso. Este desaprovechamiento no se da con el Heimdall de Idris Elba, por otro lado, ya que este ha ganado suficiente peso como estrella en el último tiempo como para que se lo use más que hace dos años atrás. En términos de no explotar a sus figuras, algo similar ocurre en el caso de Frigga (Rene Russo), demasiado fría y circunstancial, pero peor es lo que sucede con Malekith y los elfos oscuros. Estos son villanos débiles, sin peso, carentes de emoción –la máscara inexpresiva que oculta sus rostros tiene algún significado, después de todo-, que no logran trasladar sus motivaciones a un público que se encuentra indiferente, sobre todo a partir de la compleja explicación que se requiere para dar cuenta del plan maligno.
Aún así, Thor: The Dark World es una muy buena película en la línea de lo que Marvel ha acostumbrado a hacer. No asume los riesgos de la otra producción de la Fase 2, no aspira a ser un thriller de suspenso con un superhéroe como Iron Man 3 –Tony Stark demostró que hay un hombre detrás de las armaduras, el guerrero nórdico no puede dejar de usar a Mjolnir-, pero es un logrado film de acción y aventura que transcurre en diferentes mundos y supera con creces lo hecho en la original, que sólo interesaba cuando se desarrollaba en Asgard. Loki se confirma como uno de los grandes personajes que la compañía ha ofrecido en su salto al cine y, fundamentalmente, se avizora que hay potencial para que el Dios del Trueno tenga un tratamiento fílmico individual y no como un simple escalón hacia un ensamble más grande. Esta película no demuestra concretamente que Thor depende exclusivamente de él como para tener un lugar de privilegio –es decir, películas particulares- en el Universo Cinematográfico de Marvel, ya que la necesidad de Loki es una constante. Es, no obstante, un mejor esfuerzo que el de la primera vez y termina de confirmar que se está en el camino de hacerlo.