A pelear, que se acaban los mundos
Bien dicen que muchas veces menos es más, y con Thor: Un mundo oscuro ocurre precisamente eso. Alejándose de cuestiones mitológicas, o apenas esbozándolas, la secuela del filme estrenado por Marvel/Disney en 2011 se toma con liviandad la trama -qué mejor-, tiene combates en 3D por los que el espectador joven paga su entrada para ver, y también humor, guiños con otros personajes de Los Vengadores y una pareja como la que forman el musculoso Chris Hemsworth y Natalie Portman como para que la aventura y el romance terminen ganando la batalla.
Básicamente los personajes son los mismos que en la primera película de Thor, y al que se la perdió tal vez le cueste rearmar la historia y comprender por qué el hijo de Odin (Anthony Hopkins, maquillado de viejo, pero ya viejo) dejó plantada a la terrenal Jane Foster. Un amor entre un extraterrestre y una estadounidense, pero no como Mork & Mindy. La excusa para que empiece la acción es que Malekith (Christopher Eccleston, casi disfrazado de Nosferatu, vea) quiere gobernarlo todo, y para ello debe obtener un fluido rojo por el que habrá que pelearse.
A nadie puede escapársele que así como en el Batman de Tim Burton el villano (Jack Nicholson como El Guasón) se robaba la película -que merecía llamarse como su personaje y no como el Encapotado-, aquí es Loki (Tom Hiddleston) quien atrae más que el actor pelilargo, rubio y australiano. Es que el hermano de Thor es el que levanta a la platea con sus apariciones, siendo desterrado y tan malo como lo conocimos.
En las sagas de los protagonistas de Los Vengadores Iron Man siempre fue el más divertido, y el que mayor cuota de humor tiene. Pero ahora Thor no le teme al ridículo -entra a una casa y cuelga el martillo en un perchero- y ciertamente cuando la película más se aleja de los cánones del blockbuster hollywoodense es cuando más se disfruta.
El director Alan Taylor viene de dirigir unos cuantos episodios de Game of Thrones y es evidente que arrastra lo necesario para un molino que seguirá girando, imparable, hasta que el público diga basta. Como siempre, quedarse hasta que terminen los títulos, que hay bonus track...