Y si, Marvel está facturando en forma con su nuevo plan de llevar a la pantalla grande sus historias. Le toca ahora una nueva entrega a Thor (una necesidad para mantener las franquicias trabajando en red y en expansión, como hace ahora con la serie “Agents of SHIELD”, por ejemplo) y las expectativas, después de tanta espera, era ver un producto impactante.
Luego de los eventos del 2012 (recuerden "Avengers"), Loki (Tom Hiddleston) está preso en un calabozo oscuro en las profundidades de Asgard. Thor (Chris Hemsworth), por su parte, está cerrando la etapa de "pacificación" de los Nueve Reinos. Los combates van llegando a su fin y Odín (Anthony Hopkins) presiona a su hijo para que asuma el trono, siendo que ha reunido el prestigio y liderazgo suficiente para liderar a su gente.
A nuestro héroe, la idea mucho no le cierra. Dejó hace dos años a Jane Foster (Natalie Portman) y se debate en la duda de qué hacer con su vida. Esto de tener de novia a una mortal, como que no da...
Pero por lo pronto, hay cuestiones más urgentes que atender.
En el inicio de los tiempos, una raza llamada los Elfos Oscuros, atesoraban una forma de energía maléfica (el Aether) que tenía un gran poder destructivo. En ese momento, fueron derrotados por las fuerzas de Asgard y se escondió el contenido de dicho material (que no tenía forma sólida), para que nadie pudiera acceder a él.
Sin embargo, ciertos hechos fortuitos que tienen lugar sólo cada una gran cantidad de años (la alineación de los planetas y universos) producen que ese fluido gaseoso (o algo así), termine en Londres en un warehouse abandonado. Allí irán Darcy (Kat Dennings) junto a su asistente y su jefa (Jane, obvio) y descubrirán un black hole que conecta con otra dimensión y también, por supuesto (y por el mismo precio), el dichoso Aether.
Con la aparición de esa poderosa fuente de energía, los mundos se revolucionan. Hay un grupo de aquella olvidada raza de sobrevivientes que detectan que es posible dominar a todos los universos si absorben ese poder y están dispuestos a buscarlo adonde quiera que esté... Y ya se imaginan, el mismo terminará muy cerca de Thor...
Sin anticipar más de la historia, hay que decir que Alan Taylor hace lo suyo con prolijidad, apela al impacto visual todo el tiempo y trata que sus actores digan algunos parlamentos divertidos, pero sin demasiada profundidad. A diferencia de la primera parte de la saga, esta “Thor” está más preocupada por la acción directa que por los debates filosóficos (si es que podríamos así caracterizar las líneas que los dirigidos por Kenneth Branagh y Joss Whedon traían en la primera, más compleja y densa).
Hay mucho aggionarmiento de la historia, algunos giros que arrancan sonrisas y bastante energía en los combates que propone. Hiddleston está muy bien (le sobra paño para este nivel) y Dennings repite su perfil de la serie “2 broke girls” que la hiciera popular, entre los dos se las arreglan para que la cinta tenga su costado ameno entre batalla y batalla. Portman parece un poco desfazada de edad (no necesitaría Thor una amada un poco más joven?) y a veces suena demasiado grave, Stellan Skarsgard podría estar mejor (si le hubiesen dado más líneas) y Christopher Eccleston (el villano) es sólo una máscara.
Pero… “Thor: a dark world” es un gran entretenimiento visual y eso no hay que dejar de reconocerlo. Si bien es un poco extensa y despareja, ofrece suficientes alicientes para que el público salga satisfecho de sala. De cara a lo que viene, esperamos en la próxima entrega, más humor, un regreso al espíritu de la primera y muchas más vueltas en el libro. Mientras, tendremos al Capitán América en unos meses entre nosotros, así que a prepararse para más Avengers…