Tiburcio

Crítica de Alejandro Lingenti - La Nación

A partir de la intriga que le despierta una vieja y enigmática foto familiar recortada, Cristian Pauls ( Los enemigos, Imposible) desarrolla un largometraje notable en el que asume con mucha decisión el papel de un investigador obstinado en reconstruir un pasado cuyos ecos claramente persisten.

En el curso de esa indagación que lo lleva hasta Fortín Tiburcio, un pueblito de la provincia de Buenos Aires próximo a Junín en el que pasó algunas de las vacaciones de su infancia (hoy Pauls tiene 61 años), el realizador se va encontrando con una galería de personajes entrañables y la historia empieza a desplegar una gran cantidad de afluentes narrativos que la colorean y la enriquecen.

Aquello que recorre todo el relato es, de manera elocuente, el efecto inexorable del paso del tiempo, la nostalgia por lo que se tuvo e incluso por lo que nunca se pudo conseguir. Al mismo tiempo, el film -que con prudencia se ahorra ironías y golpes bajos que lo hubieran transformado en otra cosa y aprovecha muy apropiadamente el Heiliger Dankgesang, de Beethoven, para la creación de su clima evocativo- se consolida como cuadro hiperrealista de un lugar que luce exótico, como detenido en el tiempo.

Tiburcio es un ejemplo categórico de cómo un disparador casi anecdótico puede transformarse, a fuerza de trabajo, talento e imaginación, en una gran película.