CON TRAVOLTA ENTRE BORAT Y TERMINATOR
Los personajes de esta película son dos: Benjamin Ford (Robert de Niro) y Emil Kovac (John Travolta). Ellos son mayores y combatieron en la guerra de Bosnia y ambos fueron asesinos impiadosos. Kovac formaba parte de los escorpiones, el grupo paramilitar serbio que fue parte de la matanza de Srebrenica. Ford fue parte del brutal ejército invasor estadounidense. Kovac, que sobrevivió de casualidad, va hacia EEUU en busca del oficial que ejecutó a sus compañeros.
Ford vive alejado del mundo en una cabaña en medio del bosque. No recibe visitas, ni participa de los acontecimientos familiares. No conoce a su pequeño nieto y sigue celando al “nuevo” esposo de su ex, aun cuando ellos llevan más de 20 años juntos. Hasta allí llega con su plan de venganza el extraño Kovac, que quiere vengar su memoria.
La película se convierte en una secuencia de caza humana de características desopilantes. Las situaciones en las cuales domina uno se alternan con las que domina el otro. Cuando todo hace creer que Kovac matará a Ford, este se repone y logra poner contra las cuerdas al serbio. Y cuando el desenlace parece ser la muerte del balcánico, todo muta y el viejo oficial estadounidense siente que su vida ha llegado a su fin. Como dos viejos comandos, como dos viejos torturadores, como dos viejos actores en una mala película, se tiran flechas, tiros, se cosen, cicatrizan en minutos, se reponen de golpes imposibles y se amenazan de muerte uno a otro sin parar.
Las referencias religiosas permanentes no llegan a constituir un tema como para pensar, aun cuando el director las propone como un nudo central en el modo en que cada personaje observa el mundo y en clave esencial para entender el desenlace.
Carente de sentido, de ritmo, de humor, de verosimilitud y de suspenso, Tiempo de caza es una película que pronto, muy pronto -tan pronto como esta nota llegue a su fin- caerá en el más profundo pozo del olvido.
¿De qué hablábamos?