Varios son los problemas que presenta esta producción dirigida por el estadounidense Mark Steven Johnson, quien no es un debutante pero si que es la primera vez que incursiona en el género.
Había sido responsable de “Ghost rider” (2007) y “Daredevil” (2003), nada demasiado destacable, pero en esta ocasión hasta se nota la falta de pulso para establecer los tiempos correctos del relato en esa categoría que parece desconocer. Raro, ya que se vislumbra como un director técnico, no busquemos autoría donde no la hay, y al mismo tiempo que el equivalente peca de inverosímil, situación que al cierre, con un discurso que puede leerse como deplorable en el que todo pedido de arrepentimiento se justifica en olvido.
La historia se centra en dos personajes, interpretados por actores de mucho peso dentro del star system, Robert de Niro, es el coronel retirado Benjamin Ford, participe de asesinatos y masacres en muchas de las guerras en las que participo, en cualquier lugar del planeta, intromisión estadounidense que la película justifica sin reparos, en éste caso específicamente en Bosnia, de donde es oriundo Emil Kovac, interpretado por John Travolta.
Emil, único sobreviviente de una ejecución perpetrada por los yankees en la mencionada guerra, con activa participación de Ford, 20 años después busca venganza, razón por la cual viaja hacia los Montes Apalaches, donde éste vive casi como un ermitaño.
Hasta el momento del encuentro, la primera media hora, el transcurrir del relato es clásico, eficaz, incluida la presentación de los personajes y el establecimiento del espacio físico en el que se desarrollará la acción, esto último posiblemente gracias a la dirección de fotografía realizada por el ya veterano Peter Menzies Jr., lo que resulte lo rescatable, si hay que rescatar algo.
Luego del encentro entre los dos protagonistas el desarrollo narrativo se transforma en una del juego gato/ratón, cambiando los roles sin solución de continuidad de las formas y acciones más inverosímiles que se hayan podido elegir.
Da la sensación que ambos participaron de la producción con el sólo fin de mantenerse activos, Robert de Niro casi sin esfuerzo interpretativo, aunque si físico, para conformar un personaje demasiado simple, en cambio Travolta se las tiene que arreglar para darle a su criatura una voz en inglés que se asemeje a algo parecido a un bosnio parlante en idioma extranjero, esa habrá sido al marcación del director. Los espectadores a la larga son los sufrientes, ya que el Johnson fue incapaz de transferir en las imágenes y las actuaciones el rigor afectivo que deberían poseer aquellos que sobreviven “traumados” por guerras, aquí dicho de manera explicita por uno de los personajes, a nivel particular, como tampoco lo puede trasladar a nivel general, por lo que el contenido sucumbe sin impregnar la empatía del espectador.