Duelo de titanes
Benjamin Ford es un veterano de guerra aislado del mundo; en su cabaña perdida en el bosque, cocina y escucha “Don’t take your guns to town”, de Johnny Cash, mientras se sienta a leer. En tanto en Belgrado, Emil Kovac es un serbio que se salvó de milagro tras ser ejecutado por un pelotón de la OTAN, en 1995. Casi veinte años después, Kovac (Travolta) reconoce a Ford (De Niro) en un archivo confidencial, y en cuestión de minutos ya está en los Apalaches, acechándolo; pocos minutos después, está en su cabaña, escuchando el disco de Johnny y brindando con alcohol serbio.
La caza empieza como amistad, De Niro juega a ser la víctima del psicópata que compuso en Cabo de Miedo y este desdoblamiento, con un Travolta forzado pero noble en su composición, resulta un augurio de tono teatral, una delicia tête à tête del Actor’s Studio. El problema es pasar a la acción, hacer un infierno del “mano a mano”. Porque cuando la temporada de caza empieza y Kovac juega al gato y el ratón con Ford, el resto se torna obvio y las escenas de acción, inverosímiles. Todo el trabajo de Mark Johnson (poco prolífico director de Ghost Rider y Daredevil, dos adaptaciones de cómics) consiste en disparar situaciones entre Travolta y De Niro, que parecen disfrutar del rol y esa entrega es un paliativo para este film sin rumbo. La trama está puntuada por el tema de Cash y, sobre todo, por un chiste que Ford nunca acaba de contar; hasta que el film llega al final y su remate es un enorme moño. Sólo Kovac no lo entiende. Pero claro, él no es norteamericano.