Guerra y venganza
La obsesión del cine estadounidense por retratar las campañas militares emprendidas por su país es un hecho que puede darse por cierto. Y aunque suelen tener sus preferencias –la Segunda Guerra Mundial y la de Vietnam son sus favoritas, aunque las diferentes incursiones en Medio Oriente vienen sumando de a mucho–, también es cierto que hay películas para todas las guerras posibles. Aun así puede decirse que la participación de los Estados Unidos en el conflicto de los Balcanes en los ’90 es de las más invisibles para el cine. Tiempo de caza, quinto largometraje de Mark Steven Johnson, se mete de lleno con una ficción que tiene como disparador y fondo los horrores de esa guerra, una de las más crueles de la historia universal. El film cuenta el enfrentamiento de dos ex combatientes, uno de origen serbio (John Travolta) y otro norteamericano (Robert De Niro), vinculados a partir de un hecho ocurrido entre ellos durante la guerra. El objetivo del relato, que tiene como núcleo el tema de la venganza y las heridas que las guerras dejan abiertas, pareciera ser replicar la brutalidad de ésa, en particular en el duelo personal que sostienen estos dos soldados en la actualidad, con la intención de erigirse en fábula moral y antibélica. Curiosamente, el guión no ahorra en crueldad sino que, todo lo contrario, la coloca en primer plano y la lleva al extremo en escenas de tortura y otras de estética gore, pero carentes por completo del brutal sentido del humor o del espíritu lúdico que el gore puede tener en ciertos films de horror.
En Tiempo de caza subyace la idea errónea de que para narrar lo atroz es necesario filmar atrocidades. La pregunta surge sola: ¿el cine necesita volverse sádico para mostrar que las guerras son el mayor espanto que puede generar la humanidad? Está probado que puede filmarse la guerra o, como en este caso, sus consecuencias, de forma maravillosamente descarnada, sin caer en una exhibición grotesca y torpe de la maldad humana. La abrumadora introducción de Rescatando al soldado Ryan puede ser un buen ejemplo al respecto. No: acá no hay ni belleza ni respeto, ni espacio para sutilezas, sino un regodeo pornográfico en la tortura y la violencia. Pero además la película cae a veces en una puesta en escena que se acerca peligrosamente a “Los especiales de Luis Buñuelo”, aquel sketch de Todo x 2 pesos en donde los personajes declamaban sus líneas de cara al horizonte y sin mirarse nunca a los ojos. Un síntoma que habla de las pretensiones de una película falsamente aleccionadora.