Cuando falla la puntería
Uno, Emil Kovac (John Travolta), fue soldado serbio; el otro, Benjamin Ford (Robert De Niro), estadounidense. El destino los cruzó en la guerra en Bosnia. Y cada uno de los dos fue Caín, y cada uno, Abel. Ah, no: esto último es lo que habría escrito Borges. Pero acá no hablamos del poema de un genio sino de una película de Mark Steven Johnson: pasamos, de un salto, de Juan López y John Ward a algo así como un capítulo de Tom & Jerry.
Tiempo de caza apela al más elemental -por no decir ridículo- juego del gato y el ratón, desde que Kovac, ya en la actualidad, va a buscar a Ford, retirado cual ermitaño en medio de un bosque. La guerra se trasladará de los Balcanes a los Apalaches. Las persecuciones mutuas tendrán, también, algo de la vieja serie Batman, aunque sin humor. A saber: cada vez que uno tenga al otro a merced, le dará largas peroratas y, finalmente, chances de zafar y contraatacar. Como cazadores, Kovac y Ford dejan bastante que desear.
Excepto que la gran metáfora de esta película, plagada de alegorías bélicas y religiosas, sea que en el fondo ninguno pretende matar al otro. En ese caso, lo ocultan bien, ya que los personajes o Mark Steven Johnson (Daredevil, Ghost Rider) no nos ahorran sadismo. En Tiempo de caza, combinación de drama bélico y filme de acción mano a mano, predomina el gore, aunque, atenti, en la naturaleza se agazapa el alegato onda new age, con epifanías incluidas.
La composición de Travolta bordea la parodia. Su acento, como escribió el colega Ezequiel Boetti en otroscines.com , parece el de Borat. De Niro luce cansado y no sólo al encarnar al ex combatiente, que, norteamericano al fin, justifica su salvajismo señalando el salvajismo ajeno. Por lo demás, no alcanza con suspender momentáneamente la incredulidad: la película sigue siendo inverosímil. Sólo apta para espectadores que disfruten viendo a viejas estrellas, aunque ya no brillen como antes.