El amor tiene cara de mujer
Como en La vida de Adele, la última película de la realizadora Catherine Corsini aborda un romance lésbico en clave de iniciación, pero con un contexto social, político y geográfico completamente distinto.
Si el cine en el siglo pasado ofreció grandes historias de amor entre varones, en los últimos años les tocó el turno a las mujeres. Y, por fortuna, han aparecido obras mayúsculas, más allá de que siempre es bueno que la diversidad sexual se exponga en la pantalla grande. La vida de Adele (2013) y Carol (2015) son dos de los casos más renombrados y cercanos en el tiempo (la última aún resiste en algunas salas). Esas dos películas comparten con Tiempo de revelaciones (Una belle saison, 2015) el encuentro entre dos mujeres, en el cual una de ellas le abre las puertas del amor lésbico a la otra. Pero esa apertura grafica algo más: la diferencia de clases, la búsqueda por el respeto a las sexualidades no heterosexuales, la lucha entre el querer y el poder.
Tiempo de revelaciones comienza en el campo, hogar de Delphine (Izia Higelin), la hija de un matrimonio que se ha dedicado a las tareas rurales. Tanto su padre como su madre esperan que se case y continúe con el mandato familiar, pero eso no está entre sus planes. Porque en los momentos libres (en los momentos “de libertad”, se diría), la joven tiene encuentros con otra muchacha, que más temprano que tarde le anuncia que se la que se va a casar es ella. Estamos en los ’70, década en la que aún resuenan las revueltas del Mayo Francés. Esos ecos no llegan al pueblo, aunque sí persisten en París, ciudad en la que Delphine finalmente se muda. Allí conoce de forma casual a Carole (Cecile De France, validando su rol de gran actriz, además de ser una estrella internacional), una profesora de castellano que integra un grupo de feministas. El flechazo es instantáneo (para la primera). Aunque una vez que ocurre un contacto íntimo entre ambas, Carole caerá rendida a sus pies.
Corsini, también co-guionista, propone una puesta en escena austera, cercana a sus personajes, que sigue el derrotero amoroso; desde las calles y tumultos parisinos hasta el campo, una vez que por razones familiares Delphine deba volver. Claro que ya no lo hará sola, y entonces la película se vuelve inevitablemente obvia a la hora de mostrar las dicotomías entre la vida libertaria –promovida por la “amiga” que viene desde la ciudad- y el conservadurismo de la sociedad campesina. Allí en donde La vida de Adele se consagraba como el motor de seducción del personaje y de la película en general, aquí queda todo estancado en la decisión de la pareja de romper o no, de quedarse o retornar a la ciudad. Lo que Abdellatif Kechiche conseguía era amalgamar las acciones con la el drama interno de Adele, a tal punto de sostener su agobio y desmesura amorosa sin caer en la redundancia o el tedio. Y por más de dos horas, lo que no es poca cosa. Tiempo de revelaciones tiene un arco dramático más simple, aunque no menos potente. Lo más interesante del film radica más en la mirada de la “instructora” que de la “instruida”, porque lo que está en foco es el límite que la amante se auto-impone, por más que el mundo ya haya dado señales de cambio y las puertas de ese mundo estén cada vez más abiertas.