Tiempo de revelaciones

Crítica de Melody San Luis - Fancinema

LUCHA ENTRE TEORIA Y PRAXIS

“En mi casa no es así. La tierra siempre parece inundada. Aquí cuando paseas el terreno es firme. Los pies te rebotan y eso te da impulso. En mi pueblo, incluso en verano, se te hunden los pies. La tierra te traga. Tienes que luchar por andar”. Estas palabras las pronuncia Delphine después de haber estado un tiempo en Francia, en 1971. Aquí encontramos dos aspectos importantes de la película. Uno de ellos es la metáfora de la tierra, que muestra cómo se siente Delphine emocionalmente para tomar decisiones, como elegir su género, en la ciudad y en el campo. Otro de los aspectos es la lucha en sí por el derecho de hacer que las decisiones de su cuerpo sean libremente tomadas por cada uno. Aunque uno los delimite, ambos ejes están entrelazados y se dan uno con el otro.

Hacer de la teoría una praxis no debe resultar nada fácil, cuando eso que parece tan común y natural para algunos para otros aparece como inmoral y provocador. Menos sencillo parece si pensamos que el hecho elegido para narrar se sitúa en 1971, cuando recién se empiezan a tomar en cuenta algunas concepciones. Ya habiendo pasado el Mayo Francés y con una gran cantidad de proliferación intelectual a fines de los 60´, el panorama político de Francia daba indicios de cambios, pero en las zonas rurales los cambios casi siempre llegan más tarde. La lucha de los y las estudiantes de 1968 había dado impulso al movimiento feminista, en el cual la protagonista, Delphine, encontrará respuesta a sus interrogantes ya antes planteados.

La oposición campo-ciudad sirve de sustento para apoyar la idea de confrontación entre lo nuevo y lo tradicional y, aunque sea cierto esto, Tiempo de revelaciones parece estar regida por las ideas que Delphine tiene de uno u otro lugar. Mientras que la protagonista tiene las mismas convicciones en todos lados, las formas de llevar a cabo su vida son una en la ciudad y otra en el campo. Este tipo de comportamientos de la protagonista se explotan y se entienden mediante los recursos que se utilizan para narrar.

Los tiempos narrativos en la ciudad parecen ser más veloces. Los eventos pasan uno tras otro. Las escenas cambian en pocos minutos. Frente a esto, en el campo todo parece suceder más lento, no por eso con menos fuerza argumental y expositiva. Lo mismo en cuestión de los hábitos: mientras que en París todo parece informal y despreocupado, en la zona rural, su pueblo natal, la tradición parece imperar (la formalidad, las costumbres y la rutina aparecen como sagradas).

La música y los sonidos son otros de los aspectos que aparecen como diferenciador de los lugares. Confrontamos, de esta manera, a una música alborotada con una tranquila y al bullicio de la ciudad el silencio del campo. Y no parece ser nada casual la cuestión del silencio y el bullicio. Mientras que en un lugar se calla, se acata y no se discute, en el otro aparecen miles de dicciones sobre lo que está bien o lo que no, aflorando las confrontaciones sobre el orden dado.

Y siendo que hasta ahora sólo hemos hablado de la polaridad de enfoques, hay algo que se repite en ambos y esto es la estética del cuerpo. La exposición de los cuerpos desnudos toma una entidad artística, muchas de las imágenes parecen simular los cuadros de Renoir. Esta estética del desnudo muestra libertad, rompe con los prejuicios del ocultamiento. El amor en Tiempo de revelaciones se ve al desnudo, sin límites, se muestra como lo que es, no mediante la teoría sino desde la praxis.