El planteo interesa hasta que el relato se estanca
Años atrás, en "Partir", Catherine Corsini contó el drama poco dramático de una señora joven sin nada que hacer, que un día se fue a plantar melones con un pobretón que la alegraba, abandonando al marido médico, un tipo comprensivo que de golpe pasó a convertirse en un energúmeno de manual. La historia era esquemática, sin mucho nervio, ni siquiera escenas de cama medianamente gancheras.
Ahora, en "Tiempo de revelaciones" (título local del más sutil "La belle saison") Corsini cuenta la aflicción de una joven profesora en largas vacaciones, que un día se va a levantar fardos de heno vestida tipo country con una chica del campo, abandonando al tipo que la banca, otro que parece siempre de vacaciones. La historia también es esquemática, sin mucho nervio, y las escenas de cama, o de regocijo en el pasto, esta vez son medianamente gancheras.
Hay otras novedades. La protagonista principal es la campesina, una "tomboy", única ayuda de sus cansados padres en la granja familiar. Hasta que un día se manda mudar a la ciudad, donde también parece estar de vacaciones. Surge ahí un grupo feminista muy particular, que la autora pinta de un modo naif bastante cariñoso. Según se las mire, sus integrantes son una avanzada de la sociedad, o unas grandulonas vagas y divertidas, resabios del 68 (la acción transcurre en 1971, con un colofón en 1976).
Así las cosas, las demostraciones y los amores, otras circunstancias terminan enfrentando placer de pareja y deber filial, lo que provoca una crisis de crecimiento en la chica de campo, y un berrinche de tozudez en la otra. Ese planteo es interesante, y lo sería aún más si el trabajo rural fuera más creíble y el ritmo de la historia no se hubiera estancado sin fuerzas para el final, como dice el tango.
Intérpretes, la gordita Izia Higelin, Cécile de France y Noémie Lvovsky, muy precisa como la sufrida madre de la gordita. Fotografía, seca y "naturalista", Jeanne Lapoirie. Música (prometedora al comienzo), Grégoire Hetzel.