Con tres buenos trabajos de Cécile de France, Izïa Higelin y Noémie Lvovsky, la última película de Catherine Corsini cuenta una historia de amor entre mujeres
Azarosa coincidencia: la semana pasada se estrenaba Yo antes de ti, un cuento de hadas aristocrático llegado del país separatista europeo del momento en el que se defendía con una disimulada opulencia el derecho a quitarse la vida. Siete días después llega otra apología de la eutanasia, ya no como cuento s
A juzgar por una reciente encuesta vernácula, no son tantos los convencidos en materia jurídica cuando se trata de legitimar el deseo de dos personas del mismo sexo en refrendar su compromiso bajo las leyes del Estado. Por razones insólitas y vetustas, hay gente que aún se molesta ante las elecciones eróticas de los otros; la vida secreta de los genitales ajenos les resulta un tópico.
Tiempo de revelaciones puede ser un buen antídoto. Es un filme sencillo y didáctico que gira en torno a una historia de amor entre dos mujeres; una nacida en el campo y educada para ser parte del engranaje de una granja; la otra parisina, profesora de español y comprometida a luchar por los derechos de la mujer. En cierto momento, Delphine y Carole se conocerán en París y se enamorarán. Provienen de dos mundos casi opuestos, pero se desean intensamente. En 1971, incluso en un presunto país liberal como Francia, el lesbianismo frente a la mirada social era una anomalía. Estas son las coordenadas simbólicas que elige la delicada realizadora Catherine Corsini para explorar los límites del deseo y el deseo de cuestionar esos límites.
Inmediatamente, los espectadores del filme de Corsini asociarán el relato a La vida de Adèle; hay similitudes en cuanto a la diferencia de clases, culturas y edades entre los personajes, aunque la atención que les dispensa Corsini a los protagonistas es democrática. Todavía más lejana es la aproximación a los placeres sexuales; desdeña la exacerbación voyeur del filme de Abdellatif Kechiche, y eso no significa que se soslaye el erotismo: su ejercicio se restringe a ser fiel al placer de los personajes sin tener en cuenta la potencial excitación de los observadores sentados en sus butacas. Que Corsini sea una directora es posiblemente lo que marca la diferencia entre ambas películas.
El afán narrativo del film no fagocita otros requerimientos estéticos. Corsini pone atención a cómo filmar París, a recrear cromáticamente la época y a retratar la monótona bonhomía de los campesinos. El pasaje cinematográfico más vistoso es aquel en el que una tormenta se avecina en la granja. Si bien es un preámbulo metafórico de otra tormenta y cumple entonces una función narrativa, la panorámica en contrapicado sobre el cielo encapotado ostenta una voluntad estética que merece reconocimiento. El cine nunca debe agotarse en la eficacia narrativa. La sensualidad de una película se trasluce en los detalles.