Metafísica en estado de loop.
El cine de género ha tenido varias experiencias intentando combinar el drama con lo fantástico, especialmente si nos referimos a ese subgénero que involucra realidades alternas, líneas temporales paralelas y demás elementos circundantes, como sucede en Desafío al Tiempo (Frequency, 2000), Donnie Darko (2001) y Te Amaré por Siempre (The Time Traveler’s Wife, 2009). El director argentino Víctor Postiglione intenta adentrarse en ese particular nicho con su largometraje Tiempo Muerto (2016).
Es la historia de Franco (Guillermo Pfening), un argentino viviendo en Colombia que sufre la muerte de su esposa (María Nela Sinisterra) en un accidente. Mientras intenta superar la tragedia, descubre que su mujer había pasado sus últimos días frecuentando un extraño culto que supuestamente brinda la posibilidad de volver en el tiempo para ver una vez más a algún ser querido que ya no esté entre los vivos.
Luis Luque interpreta al personaje que intentará ayudar a Franco a develar el misterio, uno de tal naturaleza que involucra mitos urbanos, realidades paralelas y alteraciones temporales. El mayor problema de Postiglione es una imposibilidad absoluta de dotar a su obra con un ritmo interesante. La historia es atractiva, la mixtura de géneros es bien recibida, pero el relato no avanza a una velocidad suficientemente aceptable como para atrapar al espectador. Todo se percibe cansino, repetitivo, con escenas que hubiesen funcionado mejor con un par de tijeretazos en la sala de edición.
Llegamos al momento del clímax sospechando demasiado aquello que podría suceder y el factor sorpresa, que se intenta colocar en el cierre del tercer acto, no es tanto una sorpresa como un alivio tras 103 minutos de una historia con mucho potencial que no encuentra nunca el ritmo.