El suspenso y los toques sobrenaturales impulsan una historia en la que el protagonista puede revivir el recuerdo con su esposa fallecida en un accidente. El clima inquietante queda relegado por las explicaciones que dan los personajes.
Una historia que mezcla suspenso y toques sobrenaturales es la que impulsa el director Víctor Postiglione en esta coproducción argentino-colombiana que intenta jugar más con los climas que con los efectos.
Tiempo Muerto parte de una idea interesante: la posibilidad de revivir los recuerdos y reencontrarse con los seres queridos fallecidos, un tópico utilizado generalmente por las realizaciones de terror.
Franco -Guillermo Pfening- sufre la pérdida de su mujer Julia -María Nela Sinisterra-, una periodista, en un accidente de auto. La presencia de un extraño, Luis Ayala -Luis Luque- en el cementerio le abre la posibilidad de acceder a una leyenda urbana, llamada Tiempo Muerto, por medio de la cual es posible revivir los recuerdos con personas fallecidas.
Entre el estudio de fenómenos científicos cuánticos, las dudas que aquejan a Franco, imágenes difusas que distorsionan la realidad y la aparición de los recuerdos como una posibilidad de existencia paralela, la película va enhebrando una trama que acumula personajes misteriosos, una suerte de secta que realiza estas actividades, y encamina al protagonista a una situación tan peligrosa como confusa.
Tiempo Muerto alcanza los momentos de mayor interés sobre el final pero su desarrollo presenta demasiadas explicaciones en lugar de plasmarlas en imágenes, lo que resta interés al film. Un elenco conformado por artistas locales y colombianos se suman a este thriller que plantea lo infinito como una anhelada probabilidad.