Documental evocativo que rescata un hito en la historia deportiva argentina
Hay leyendas del deporte mundial cuyo contexto histórico-político las hace aun más grandes. Las mitifica frente al tiempo, aunque el paso de este vaya diluyendo un poco la pintura y generación tras generación, son apenas recordadas de vez en cuando por algunos nostálgicos o especialistas. Gracias a ellos el inconciente colectivo funciona y las saca a la luz de su inmerecida oscuridad.
El equipo argentino campeón del mundial de basquet 1950 es uno de estos ejemplos, y “Tiempo muerto” es un brillante documental que lo rescatan del olvido los hermano Ivan y Baltazar Tokman.
Pocas veces se da tanta coincidencia entre el contenido conceptual de una obra y el juego de palabras que se propone honrando una historia tan cierta como irónica. Al comienzo uno ve que todo está y será dividido en capítulos con nombre y definición del reglamento del basketball, sólo para darse cuenta que dichas definiciones (posesión de balón, falta antideportiva, etc.) se usarán a manera de metáforas funcionales a un subtexto cinematográfico que apunta a una visión mucho más profunda. Así comenzamos a conocer a los protagonistas que vivieron los hechos de esta historia. Hombres que se reúnen todos los miércoles, desde hace más de 50 años, en el Club Palermo. Ex jugadores como Ricardo Gonzáles, Juan Carlos Uder y el “profe” Canavessi, entre otros, le ponen el cuerpo y la voz a la evocación para que todo sea tan claro como entrañable.
Cada testimonio genera vivo interés porque los realizadores y compaginadores dan una lección de cómo aprovechar un material de entrevistas sin aburrir ni redundar. Simplemente dejando que los protagonistas le den el tinte nostálgico, junto al inapreciable material de archivo, mientras los inserts de un profesor enseñando en la facultad le van sacando el tinte rosa para ir contando cómo esta hermosa leyenda se enterró en el tiempo por burocracia, conveniencia política, y la complicidad de una sociedad que una vez más aplicó los prejuicios para destronar y condenar a aquellos mismos que puso en el altar. "Los pasamos por una picadora de carne" será una de las frases lapidarias. Es cierto, los titulares y la Revolución Libertadora ayudaron mucho para que se diluyera en el olvido.
Momentos como la entrega de un reconocimiento internacional, el conjunto de los veteranos con la mirada perdida mientras recuerdan las luces del Luna Park que se encendían cuando había campeón argentino, o uno de ellos picando una pelota hasta dejar la cancha vacía, son de colección.
Otro acierto es la música de Javier Ntaca está puesta en el momento justo para subrayar la emotividad. Realmente si con esta calidad de películas se pudiera enseñar la historia en cualquiera de sus aspectos seguramente seríamos los espectadores más concientes, sabios y, por ende, capaces de elegir mejor.