Emotiva evocación de una hazaña deportiva
Los hermanos Tokman, Baltazar e Iván, son altos. Por eso juegan al básquet. Y piensan alto. Por eso han hecho este documental sobre la hazaña que sus mayores hicieron cuando jóvenes, y también sobre la infamia de un grupo de soberbios que pensaba muy bajo.
Hoy esos mayores son «solo unos viejos» que se juntan una vez por semana en un club de barrio. Pero en 1950, Año del Libertador General San Martín, como decían las monedas, los membretes, los locutores, y el corazón del pueblo, ellos le dieron a la Argentina su primer título mundial de básquet. Y se lo dieron acá, en un torneo tremendo, en el Luna Park, que esa noche encendió todas sus luces, como solo las enciende cuando se consagra un título mundial. Es hermoso verlos recordar ese momento, y los noticieros de entonces, y los titulares. Popularizaron entre nosotros ese deporte, lo llevaron al cine, apareciendo en una deportiva de Torres Ríos con Armando Bo, «En cuerpo y alma», empezaron a formar nuevos jugadores, nos representaron debidamente. Hasta que en 1956 la Libertadora los inhabilitó de por vida mediante una argucia ridícula. Se tronchó así, durante décadas, lo que ellos habían sembrado. Lo mismo, y sufriendo peores difamaciones, le pasó a la tenista María Terán de Weiss, que justo estaba compitiendo en Wimbledon. En fin, por suerte con el tiempo pudieron ver cómo pasaba el cadáver de su enemigo, y hoy tienen su revancha, con homenajes, el público respeto de la nueva Generación Dorada, y esta buena película, atrapante, emotiva, aleccionadora. Oscar Furlong, primera estrella argentina solicitada por clubes de la NBA, Ricardo González, capitán del seleccionado nacional 1950, y los otros héroes, allí están. Y junto a ellos, Emilio Gutiérrez, autor del libro de investigación «1956. Donde habita el olvido», que debería reeditarse.