La historia gira en torno a un hombre de ascendencia tehuelche Ramiro (Oscar Payaguala), vive solo, aislado, en un rancho en medio de La Patagonia Argentina cerca de la cordillera de los Andes, un verdadero paraíso, su existencia se basa en trabajar la tierra, cuidar los animales, hacer todas las tareas del campo y tomar mate; pero un día gendarmería le trae una enorme caja de madera y no solo no los atiende, tampoco mira que tiene en el interior esa encomienda.
Sus campos limitan con Chile, allí esta toda su historia, están enterrados sus familiares y tiene que cuidar constantemente su propiedad que se encuentra amenazada por la llegada de vecinos canadienses y algunos cuatreros.
Una vez cada tanto recibe la visita de Felipe (Nicolás Saavedra), un viajante, amigo y comerciante de Oscar, que vende varios productos y también utiliza el trueque, con el comparte cordero patagónico al asador y también toca la guitarra y cantan.
Este amigo es quien le ayuda a abrir la caja donde se encuentran algunos víveres, un teléfono y un televisor alimentado por energía solar, Felipe antes de marcharse le cambiará su forma de vivir cuando le ayude a instalar estos artefactos tecnológicos.
Aunque es un hombre parco y estructurado vemos como a Payaguala las primeras imágenes del televisor van afectando su vida y despertando ciertas situaciones en su ser, mirando “El gran dictador” de Chaplin, los anuncios del ex-Presidente Menem, los partidos de fútbol, cuidados del cuerpo, la novela de la tarde, las caras de Payaguala al ver un Reality Show "La flecha de Cupido", entre otros.
Es una película simple y cálida, se desarrolla en la década de los `90, es la ópera prima del Director Franco contiene inteligentes planos estéticos, quizás los primeros planos largos son un poco lentos para algún espectador, pero luego la historia es dinámica, sabe incorporar el humor en los momentos precisos, para reflexionar y contiene una magnifica fotografía de Mauricio Riccio; lástima que le otorgaron una sola sala cinematográfica.